lunes, 25 de junio de 2012

Huésped de la vida y el silencio roto

Recibo estos dos libros de parte de su autor, el cacereño Manuel Neila, y me pongo a leerlos con fruicción. Lo mejor de sus poemarios es que cumplen siete y catorce años, respectivamente, desde el de su publicación en papel, y no han perdido vigencia, porque la cultura clásica en que se apoyan o asientan traspasa todas las épocas y vanguardias. De manera que me los embebo como un elixir permanente, que me entona.
 
Lo mejor de Neila, para mí, son sus aforismos -cortos, cortísimos- , a los que sigo con impaciencia en las páginas-hueso de la Revista Clarín, de José Luis García Martín, su amigo y paisano, creo.
 
A Neila le gusta vestir los pensamientos con el ropaje de la poesía, y no cesa en el empeño, casi mes a mes. Neila mira el tiempo, lo ve pasar, y nos cuenta cómo la distancia temporal y espacial-no el olvido- le impresiona y le saca lo mejor de sí mismo. Ya sé que es un tema viejo, tan viejo como eterno, ese del tiempo que nos va limando y purificando la vida, pero le da un relieve nuevo y nos lo transparenta, y por eso le volvemos a leer, como le leíamos en sus inicios, cuando le descubrimos, allá por los ochenta. Después perdimos su pista, y hasta ahora.
 
En Silos, esta primavera, lo reencontré lleno de proyectos y estudios sobre el devenir de la poesía española contemporánea. Pues...adelante, ya que cuenta con su Pigmalión. Búsquenle en Libros del Pexe.


a.sotopa@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario