jueves, 28 de junio de 2012

El verano se pone farruco

Este verano se ha puesto farruco y estamos a su disposición soberana hombres, tierras, aires y mares. No hay día que la temperatura no exceda de los treinta grados centígrados y centípretos, ni noche lunada que baje de los veinte redondos marcapasos en las playas o en el interior mesetario. Con esos termómetros asolados, en los que se dispara el mercurio creciente,  es imposible pensar o conciliar el sueño. Incluso la siesta a la sombra de los árboles enramados  encima del césped huraño se torna pesada y uno no para de dar vueltas al cuerpo dorado a la brasa ni de quitarse a manotazos limpios las moscas y las hormigas inoportunas y pertinaces. Siempre te asesta su dardo venenoso un insecto volátil, avaro de sangre caliente, la tuya, sin más, crema al canto, dale que dale.

No sopla ni una brizna de céfiro, y hasta los pájaros cantores parecen que están fritos; algunos he visto caídos de las ramas de los chopos y los pinos, imagino que por insolación. Se trata de crías casi implumes, que acaso estaban ensayando su primer vuelo a la libertad. Pues ni por esas. La libertad se consigue, no se otorga, pájaros míos.

El cielo se ha detenido a plomo sobre nuestras cabezas, son rejones vibradores los rayos del sol, la esfera terrestre está a punto de explotar como un globo demasiado hinchado por un niño, el niño Cupido, arquero del amor, que no para de hacer de las suyas. ¿¡Cuantos quereres veraniegos se desvanecen luego en los otoños, cuando la vida se muestra sin el ardor de la testorena?!

La quietud de la naturaleza es pasmosa, ahora. Pasmados estamos todos. Jorge Guillén lo describiría mejor en su Cántico exultativo: "Queda curvo el firmamento/ compacto azul sobre el día,/ es el redondeamiento/ del esplendor: mediodía/ Todo es cúpula, reposa/ central, sin querer, la rosa/ a un sol en cenit sujeta,/ y tanto se da el presente/ que el pie caminante siente/ la integridad del planeta".

El agua del río se ha remansado contra las rocas, forma pequeñas lagunas de ranas salteadoras y croadoras, y sobre ellas flotan nubes de mosquitos, mientras un vaho vagamente gris o azulino se exhala de la superficie, tabla de salvación de "aviones", mariquitas  de trajes andaluces y mariposas vibrátiles. A cazarlos/cazarlas ¿quién y cómo?

Bajo a la piscina de la urbanización en que resido e intento participar en la tertulia de los vecinos, pero las palabras nos pesan en el paladar y en la faringe, y salen como arrastradas de la boca, sin la picardía ni la galanura de otras veces. Parecemos en conjunto fantasmas de nosotros mismos, drogados por la naturaleza palpitante, que nos asume y consume.

Cuando los bañistas acompañantes se tienden en la yerba, frescos y goteantes, las golondrinas ocupan su espacio diletante en el cuadrilátero líquido perfectamente quimioteado y salen volando con algo, no sé qué, en el pico. Allá ellas, pero sacian su sed, por lo menos.

¿Hasta dónde, cuándo y cómo se extenderá esta ola de calor?. No es "cruel" abril, amado Thomas Eliot, el de "la tierra baldía" que tanto releí; el mes más cruel es este junio indolente, abrasador y terrateniente que pone a caldo los sombreros y descamisa los torsos de los veraneantes.

a.sotopa@hotmail.com

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