martes, 31 de julio de 2018

Agua líquida en Marte

Como aquel que gritó “¡tierra”!
desde la nao colombina,
ahora gritan los científicos
“hay agua en Marte y hay vida”.
¿Llegaremos hasta Allá
en una nave expedita
para gozar del encanto
de beber sus aguas líquidas?
Puede que sí, mas yo no,
pues que mi edad es tardía
y no dispondré de tiempo
para emprender la partida
adonde sueñan los hombres
y las mujeres científicas.
Y esto me hace que pensar:
¿Habrá una mano divina
que haya fabricado el mundo
con su extensión infinita
hasta ahora no encontrada
por más viajes que se hacían?
Sí que ha de haberla, aseguro.
La razón la necesita,
la persigue ávidamente
desde la Mitología
que se inventó las deidades
griegas, romanas, egipcias,
japonesas, chinas, árabes,
mongólicas y vikingas…,
llamáranse Pan, Perséfone,
Zeus, Hermes, Afrodita,
Eros, Dionisio, Cibeles,
Ares, Anubis, Ilitia,
Poseidón, Deméter, Thor,
Ra y el Yaveh israelita,
junto con Alá y  a veces
en modo formal de tríada
como motor impulsor
de  la existencia impulsiva
hasta hoy que la Vía Láctea
total se nos aproxima
tras telescopios gigantes
a su mirada y conquista.
Agua por dentro y por fuera
rezuma en olas marinas,
en lluvias y en manantiales
y en nubes a la deriva
de los vientos que las llevan
y las bajan de la cima.
Agua en Marte ¿por qué no
si los dioses nos la inclinan
con su potencia suprema
que a los astros origina?
Sigamos buscando mares,
delfines, ostras, anguilas,
ballenas, langostas, túnidos
y otras perlas peregrinas.
El Señor Dios de los cielos
y las tierras nos conmina
a no parar tras las huellas
de su implantación divina.
Doy fin al romance augusto
mas mis ansias no terminan.
Ícaros somos y en vuelo
vamos todos día a día
hasta alcanzar el misterio
del origen de la vida.
Vida, vida, y que nos quede
el agua como misiva.
Esta carta mando a Dios,
sea uno o sea tríada
resplandeciente y barbada
por sobre tan tontas críticas.
Agua en Marte, ya está escrito,
agua remota y relimpia.
Que permanezca hasta el cabo
de este mundo troglodita.
Porque aunque sabios nos vemos,
no somos más que una pizca
del universo sublime
que tenemos a la vista.

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lunes, 30 de julio de 2018

Puerta al silencio

Cierro la puerta de mi casa
con un crujido
de los goznes de hierro
malheridos.
Adiós silencio.
A la calle me tiro.
Doy a Dios gracias
del aire limpio
que encuentro y no es usual
en la ciudad que vivo.
Me contengo.
Respiro.
Anchuro los pulmones.
Miro
por donde voy.
Me cuido.
Muevo las manos y los pies,
los mimo
y es que me llevan
sin sacrificio
a un nuevo y provechoso
destino.
Los árboles son verdes
desde que han nacido
y me los pongo por sombrero
del calor y del frío.
Los pájaros volaron,
los pájaros se han ido
al monte altolozano
del olvido,
como yo tantas veces
que intento repensar… y escribo.
Luego me aparto
igual que un viudo mirlo
desconsolado
se aparta de su nido,
y oigo el lenguaje de las gentes
fuera de quicio:
lo enternezco y lo mezclo
con el mío,
más clasista y purista
de estilo,
y paso horas y horas
de sitio en sitio
buscando un no sé qué
que le dé sentido
a la vida que expongo
en mi parcial retiro
de dar y de tomar,
—siempre como alivio—
lo mejor que me sienta.
A nadie envidio.
Esto es lo que me pasa
—o parecido—
lo mismo que a vosotros,
ya os lo he dicho.
Me late el corazón,
y su latido
me dicta que estoy bien
porque que me pirro
por un enalapril
y un blanco adiro
con el café diario
caliente o tibio
y un copón de ginebra
o un vino fino,
un anís “Castellana”
o un güisqui salmontino
de Escocia:
por sus ríos.
¿Deseáis más de mí?
Soy feliz. Lo repito.
Soy feliz como soy,
en el silencio y en el ruido,
en el trabajo y el descanso,
la soledad y el amiguismo.
“Basta por hoy, me paro”,
ya cansado me digo.
Mas no tengo remedio:
escribo, escribo, escribo…
pendiente de un datalle,
pendiente de un hilo,
el hilo de la vida
jamás perdido.


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viernes, 27 de julio de 2018

Reautoentrevista del 75º aniversario ya cumplido

Ahora que ya el flujo de los años y sus enseñanzas se han ido destilando en el alambique de mi mente y mi corazón a través de un sutil y enroscado serpentín intelectual, haré  memoria de mi estado actual. Helo aquí, con preguntas y respuestas comedidas:


 
—¿Qué es lo que más le gusta?
—Llamarme como me llamo.
—¿Por qué?
—Porque siempre quise ser como mi homónimo clásico.
—¿Lucio Apuleyo?
—Ese, el autor alabado de Las Metamorfosis o El Asno de Oro.
—¿Perdurará igual que él?
—Ojalá. Para eso trabajo y escribo.  Los dioses, si existen, que me ayuden.
—Y los críticos ¿no?
—No. De ellos no dependo para nada.
—¿De quién, entonces?
—De los historiadores de la Literatura.
—¿A son de qué escribe la última palabra  con mayúscula?
—A que mayúsculo me considero.
—Orgulloso, ¿eh?
—Sí. De mí solo. Los demás no me interesan sino como lectores asiduos.
—¿Los tiene de verdad?
—Sí, son muchos, variados y buenos.
—Me alegro, hombre.
—Yo también. No podría por menos que agradecérselo.
—¿Y dónde escribe?
—En zoquejo.com de Segoviadirecto a diario.
—¿Satisfecho y contento?
—A tope.
—¿No ansía recordar sus colaboraciones en EFE, PYRESA, COLPISA?
—También, ¿cómo no, si fueron las que me lanzaron a la popularidad periodística en los tiempos de la Transición de Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Rajoy hasta hoy?
—¿De Sánchez no cuenta nada?
—Hasta que no haga algo provechoso, no lo diré ni escribiré. Me trae la pluma al pairo su estreno de presidente por una moción de censura trasera, apoyada por los bilduetarras e independistas de toda mala laña y condición. Por ello España está que arde, y no lo significo porque estemos en verano, en el que sobran los pirómanos. La Naturaleza suele mantenerse quieta hasta que no la incendian. Y la están incendiando por un rencor que no comprendo.
—¿Quiere expresar que no le gusta la situación en que vivimos?
—¿Vivimos, dice usted? Ni me gusta ni me disgusta. Le falta sustancia. Le sobran cenizas. Esto no es vida, sino malestar continuo. Aquí no hay quien viva como quiera. Los exaltados lo controlan y enturbian todo, han asaltado el gobierno de la sensatez, si es que alguna vez la sensatez existió en este triste aunque grandioso país.
—¿Pesimista, entonces?
—Pesimista es poco. Malhumorado, hundido, perseguido, desclasado, retrasado  y re-re-re-re-renegado. ¿Me entiende?
—Pues vaya, con lo listo que me parecía usted.
—Tómeselo al pie de la letra. Repito: Aquí no hay quien viva a sus anchas. Ya no es ancha Castilla. Y Cataluña se apocopa en sí misma, sin nadie que ampare su exclusión republicana del Reino de España, tutelado por Felipe VI, un caballero entero y verdadero con más collons que el caballo del general Espartero y por supuesto con más collons que el Puigdemont fraudulento y cabrón, que acaba de asentarse en Bélgica tras su fuga cobarde, escondido en el maletero de un coche camuflado, con el apoyo de los Mossos de Escuadra ante él descuadrados. (Al menos uno, su libertador fuera de oficio, pero con sueldo)
—¡Cómo se pone, señor Soto Apuleyo!
—Como tengo que ponerme ante tanta indignidad nacional e internacional. ¿No está de acuerdo?
—Me pone en un brete difícil de aceptar, pero lo acepto, no le falta razón.
—Gracias, hombre virtuoso, que sabe que “in medio virtus”, como deseaban los romanos del Imperio.
—¿De qué imperio me habla?
—Del de la Ley, Corte suprema.
—¿Se respetará algún día?
—Eso espero, pero mucho me temo que no.
—Aviados estamos, don Apuleyo.
—O sea, que tan indignado, tan sometido y dado por el c. como yo está usted. Dejémoslo estar, aunque perplejos. Acabáramos.
—Ya hemos acabado, Maestro. Me callo para que sea el pueblo el que siga hablando. Eso se llama democracia y no totalitarismo torrado, etarraerrado o eclesiástico —de Iglesias— empoderado.
—¿Y que tengamos que continuar así?
—Ya, hijo mío, pero así es la vida que no es vida.
—Y que usted nos lo recuerde cada día, hasta que encontremos, o encuentren ellos, una solución terminal, feliz y fundamental.
—Dios le oiga.
—Deseo, por bien de todos, que me esté oyendo, con los ojos cerrados y los orejas abiertas.
—Seguro que le oirá, pues barba blanca de sabiduría eterna, dicen que se le cae de la mamola complaciente.
—Amén. En castellano-español, así sea, por Dios.

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jueves, 26 de julio de 2018

¡Ay, Grecia, madrecita mía (y de todos nosotros)!

Al noroeste de Atenas
—la ciudad del Partenón—
se ha desatado un incendio
que no lo para ni Dios,
aquel que en el Sinaí
al corruptor destruyó
por la sangre de Caín
que llevaba en su interior.
¿Y no  eran/son caínes
los de este enorme fogón?
Ya más de sesenta muertos
desprenden pufoso olor
y hasta a doscientos heridos
la calor les atizó
antes de tirarse al mar
como última salvación.
España va a por vosotros,
a rescataros, ¡qué honor!,
y yo remojo mi pluma
en amor y compasión.
¡Ay Grecia, la malherida,
la madrecita en pavor,
la más madre de las madres
de la total expresión
con Sócrates, Aristóteles
y el cabezón de Platón!
¿Cómo poder ayudarte,
tras recibir lo que vos
nos diste a todos nosotros
sin pedir compensación?
Ojalá se apiaden Júpiter,
Venus, Marte, Urano y Thor.
Haremos lo que podamos
bajo esos dioses al sol.
La tierra nos será leve
antes de decir adiós.
Tranquila, Grecia querida,
seremos tu salvación.


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miércoles, 25 de julio de 2018

A Segovia en globo

Me voy a montar en globo
para marcharme a Segovia
a la que de todo el mundo
acuden las grandes glorias
del parapente opcional
que sobre ella vuelan, gozan
y dibujan arcosíris
desde el azul hasta el rosa
en toneles de aspavientos
volanderos… ¡Quisicosas!
Me voy a soliviantar
y me voy a hacer historia
sobre sus torres románicas
y su acueducto de Roma,
sobre el Soto del Parral
y su Virgen protectora,
—la Virgen de la Fuencisla
que acoge a novios y novias
emparejados a gusto
hasta la vejez mortuoria—
Me voy a montar en globo
desde Madrid o de Soria,
desde Valencia o Taiwuam,
o desde la Patagonia…
El caso es llegar a tiempo,
me darán igual las horas
con que atraviese el espacio
del aire que se me enfoca.
Desde arriba la veré
a mi querida Segovia;
veré sus torres alzadas :
San Millán de la Cogolla,  
San Martín próximo a él
y el Santo Tomás de ahora
con jardines en la plaza
bajo las aves canoras.
Me voy a poner de fiesta,
me voy a inflar la memoria
con los suevos, los vetones,
las embarcaciones nórdicas, 
los visigodos, -qué bárvaros-
y los hijos de Mahoma,
aquellos que derramaron
el califato de Córdoba
con Abderramán I
superponiéndose a todas
las tribus analfabéticas
de la  reconstrucción mora.
A ello me van a ayudar
las maravillosas crónicas
de Diego de Colmenares
escritas en bravas prosas,
las que la hicieron gentil,
tan insigne y tan señora.
Me voy a montar en globo,
me voy de prisa a Segovia.
Acompañadme, paisanos,
no olvidaréis esta historia.


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