lunes, 9 de julio de 2018

La morera maternal

Como maternal que es,
la morera cría moras,
yo las piso con los pies,
no me las despacho ahora
como hacía en la niñez.

Aquí la tengo de frente
mientras la escribo y describo
sobre una mesa silente
demostrando que estoy vivo
en este verano ardiente
que sudoroso recibo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho… ¡hasta cien!
No tengo que dar un brinco
a la morera, ¡ni diez!,
Pues ella me las derrama
de la rama en haz y envés.

¿Por qué no hincarlas el diente?
¿Por qué no echar mora a boca?
Porque no diga la gente
que mi boca se equivoca
con su dulzor prominente
manchado de tierra poca.

¡Oh moras de la morera,
madre insistente y callada!
El tiempo no es como era
allá en la infancia soñada
de verano y primavera
cuando la vida arrancaba.

No hay que estar a la que salta,
no hay hambre igual al de entonces,
ya nada nos sobresalta.
No corremos por los montes,
no invadimos las murallas,
se nos cierra el horizonte.

La mora es mujer, por tanto
tiene su derecho a ser
como una pluma volando
del alba al anochecer,
y es que querer es poder
mas solo de cuando en cuando.

Moras a mí… ¿para qué?
Moradito de martirio
¿qué hacer con ellas sabré?
No lo sé, ¡ay!, no lo sé.
Por eso prefiero el lirio
blanco de España y Jesé.

Dejo las moras a suerte
de un resbalón de los pies
en los que cabe la muerte
del derecho y del revés.
Sostenerme y sostenerte
es lo que yo debo hacer.

Prolífica siempre fue
la morera maternal.
Pero de un traspiés fatal
ignoro dónde caeré.
Árbol del Bien y del Mal,
lo cierto es que moriré.

Como tú, lector cabal
de estos versos adictivos.
No permanecen los vivos,
tenlo en cuenta, pues se van
tras cuidados paliativos
de los que no volverán.

No hay vida sin muerte,
No hay muerte sin vida,
y esto os lo advierte
quien da por cumplida
su estancia terrestre
de la que ya se olvida.


91 8470225

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