viernes, 20 de julio de 2018

Señorío cordobés


A la vuelta de Baena, pueblo al que amo por muy diversas motivaciones, como la de haberme emparejado en la madurez con una de sus vecinas y por la gracia de sus hermanos los Galisteo, que se expresan de chiste en chiste, a la vuelta de Baena, digo, me dispongo a reflexionar sobre “el señorío cordobés” del que me han dado numerosas muestras.
 
El motivo, si no el pretexto de mi visita a la ciudad del Cancionero, era asistir a una boda familiar. Nunca vi tanta pamela floreada en la cabeza de las damas ni tanto sombrero calañés en las manos de los hombres durante la ceremonia religiosa del enlace. Y a la salida de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, puñados de arroz, pétalos de rosas y capullos de   claveles volando sobre la pareja. ¡Qué mujeres de tronío con el cuerpo entallado y ajustado por ricas telas rojas, malvas, amarillas y azules! ¡Qué elegancia de chaqués señoriales en los varones! ¡Qué silencio callado y respetuoso el de los niños y las niñas! El cura que los casó estuvo sembrado y sublime en su breve parlamento, ungido de gracia y ternura. Y los cánticos del coro vibraron como las guitarras, el órgano y los violines sobre los que se apoyaban. Chapeau.

Luego en el banquete nupcial, celebrado en la almazara Núñez de Prado, tiraron la casa por la ventana. Allí bailoteaban las gambas, los boquerones, las chirlas, las angulas, los chipirones y las sardinas en aceite, servidos por flexibles camareras que escanciaban entre la multitud de comensales sus jarras de cerveza y sus frescas copas de fino Baena. Irrepetible. Allí fluía el verbo florido de los caciques olivareros. Allí se despachaba el brillo rosado de los frutos fritos del mar hasta el cielo de la boca bajo un sol de justicia aminorado por la sombra del entoldado del patio de los y el ventalle de los abanicos de colores.

Pero hablaba del señorío ingenioso andaluz-cordobés que resaltaba en el ambiente, y es que era muy grato escuchar las conversaciones gesticuladas de la gente sobre todo lo divino y humano de la calle, aumentadas por la exquisita expresión no verbal en la que son artífices maestros.

Discutían y discutían con apasionamiento, pero guardando las formas y sin que la sangre del enfado llegara nunca al río, sino que desembocara en una anécdota, un recuerdo, una picardía que nos hacían tronchar de risa hasta las lágrimas. Eso es humor, quien lo probó lo sabe.

¡Y cuánto hablan los cordobeses, que no paran de cecear y aspirar algunas letras del alfabeto, ni por beber ni por comer ni por fumar, pues son capaces de hacer cuatro cosas a la vez y las cuatro con el señorío reseñado arriba, que es genuino suyo.

Pero a veces se equivocan. O se cuelan. Y entonces yerran, ya que no se puede “ser sublime sin interrupción” como lo pretendía mi amigo vallisoletano-madrileño Paco Umbral, tratando de imitar a Baudelaire.
Estábamos refiriéndonos a la boda lujosa de la almazara, pero a los días siguientes me esparcí por los bares del centro y al calor y sabor de una tostada regada con aceite de oliva puro virgen… las tertulias seguían, del “Pellejito” al “Primero de la mañana” y de éste al Bar Patricio, tanto en la barra como en la terraza, donde se sucedían las copas de anís y coñac.
Gusto yo mucho de estas tertulias a pecho abierto en las que el pueblo se despacha sobre los políticos y los famosos, poniéndolos a parir. Y es que hay clases. En Andalucía se notan más que en otros lugares. Y no por las envidiejas de los pobres, que también, sino porque al faltarles el trabajo, les sobra el palique, y de palique se tiran la mayor parte del día.

Entonces alguien grita:

—Otra ronda de copas para los compañeros, que paga el menda.
Y siguen coloquiando, bebiendo, fumando y disparatando porque no hay tajo a la vista de parte del amo del campo, que no se ha presentado y ya es muy tarde.

—Vaya usted con Dios, se dicen uno al otro al despedirse.

Y se van tan panchos, tras su permanente colisión de pensamientos, sentimientos e intereses.

—Hasta mañana, se repiten y sonríen.

Y mañana sigue siendo todavía, porque volverán a encontrarse en la barra y en la terraza del bar de costumbre.

¡Señorío cordobés, oh que hidalguía de hambre!

—“€n mi hambre mando yo”, y se señala el último de la fila.


91 8470225

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