Otorgando cinco estatuillas doradas del Tío Oscar a la película muda francesa “The Artist, los académicos de Hollywood nos han hecho regresar al pasado, al menos al pasado cinematográfico. Por el contrario, los españoles, que habían concurrido a esos premios de tanto realce y difusión con “Rita”, un filme de animación muy moderno, activo y desenvuelto, han vuelto de vacío. Padecemos logomaquia, y a los enfermos bien pocos les atienden; se prefieren los seres sanos. Que saben callarse a su tiempo, aunque sea el tiempo del pasado.
Sin duda los académicos nos han dado una lección: una
obra bien hecha no requiere palabras. Hoy hablamos por los codos, por los
móviles, por la radio, por la televisión, no paramos de hablar, de interrumpirnos,
de sacarnos por la boca hasta las tripas. Estamos ahítos de palabras, palabras,
palabras, paroles, paroles, paroles… y nos empiezan a doler los oídos.
Silencio, se rueda; silencio, pasa la vida; silencio,
hay que oír el silencio. En cine sí que es verdad que una imagen, un gesto, una
actitud…, es mucho más elocuente que un
torrente de frases amontonadas, a veces sin ton ni son. El teatro es diálogo,
pero el cine es acción. Se trata de dos artes diferentes, complementarias como
todas las artes bellas, sin que ninguna arrincone o suplante a otras, y así
relucen como un prisma diamantino, con todas sus caras, las caras de la
existencia múltiple y variada.
Hay que hablar menos y hacer más, hermanos. Ahora la
calle es un griterío dispar, descontento y desapacible; nadie se entiende, cada
cual lanza su discurso con furor uterino; no sé adónde queremos ir a parar. Los
acuerdos se logran con el pensamiento y el corazón juntos; no con los labios
llenos de aire, por muy fónico que sea, ni con las manos a garrotazo limpio de
policías contra manifestantes y de manifestantes contra policías, pataleándose
como energúmenos. Para coces, la coz de Ronaldo goleando en la portería
contraria. Ese sí que es un signo de admiración.
No invoco a los cartujos, de pasado glorioso –ahí está
Yuste-, pero contención en el decir, sí, que si la palabra es plata, el
silencio es oro, y con frecuencia debemos dar la callada por respuesta.
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