viernes, 30 de noviembre de 2018

Los médicos y los buenos sueños


¿Qué tendrán de común y positivo la salud, los médicos y los buenos sueños? Pues todo, claro, y me voy a entretener en constatarlo. El caso es que ayer tuve cita con mi galeno de cabecera y salí más contento que unas Pascuas.

Por cierto, las Pascuas de Navidad y Reyes ya se están acercando con sus regalos a la baja por el Black Friday, de modo que me esperan estupendas sorpresas. La mujer y los hijos se han portado siempre muy caballerosos conmigo por estas fechas y eso es de agradecer.


Ir al médico no se va por gusto sino por necesidad apremiante. Así que cumplí con la obligación de someterme a un chequeo general. ¡Bravo! “Está usted como un bebé en niveles de azúcar, sal y colesterol, y sano en sangre, pulmones, próstata, hígado y demás vísceras vitales. Tensión: 13-8. ¡Magnífico!”.

No me lo podía creer. ¡Pero si acabo de cumplir 76 castañas!, le solté al doctor Nieto. “Nada, nada; está usted como una rosa de Alejandría”. –De Guadalix de la Sierra dirá, doctor. –Digo lo que digo, Apuleyo. -Pues muchas gracias, señor. 

Sereno, entonado, seguro de mí mismo… cogí la puerta de la calle, descorrí el cerrojo, respiré fuerte el aire libre y eché una calada a la pipa, recordando “La pipa de kif”, de Valle-Inclán.
Buenos días, buenos días… iba deseando yo a todos los viandantes con los que me topaba y codeaba en las aceras, fueran conocidos o no. Vamos, que exultaba de alegría. 

La gente debía de pensar: este tío está loco, pero no estaba loco sino más cuerdo que una cuerda de esparto bien tensada. De película, oyes. De “Oh, land, land”, de “Mamma mía”, de “Les parapluies de Cherbourg”, de “My Fair Lady”, de “Ana de las Tejas Verdes”, de “West Side Story”, de “Mickey Mouse”… Yo qué sé. “La vida es bella”, me repetía por dentro, por los entresijos del alma, con el ánimo exaltado.

Me puse al volante del coche y arranqué el Renault Scenic, caminito de Guadalix, mi Belén residencial por el que corre un río de alisos en el que beben los pájaros de cuando en cuando y no solo en Navidad.

Durante el día leí la prensa en el Hogar de los Mayores, tomé notas para un próximo libro biográfico, compuse un poema satírico sobre la España descarriada de ahora, al estilo fecundo y facundo de Ussía y retorné al despacho para enfrentarme al ordenador, que tantas oportunidades y facilidades me ofrece con Google y la Wikipedia.

A la noche, los sueños más placenteros me invadieron en la cama, con  bailes maravillosos y mágicos de ninfas y elfos, hadas y payasos, muñecas y meninas, que se desarrollaban prodigiosamente entre las sábanas… Había leído antes a Garcilaso y Tolkien y había analizado los cuadros de Murillo y Velázquez, y, claro, las creaciones de la imaginación reaparecían y revoloteaban por las cuatro paredes del dormitorio, invitándome a formar parte de su fiesta de colores y sonidos. Resultó deleitosísimo y no lo podré olvidar. 

Por eso, acaso, a los médicos se les asimila con los brujos, los hechiceros y nigromantes. Son sin duda los sabios de la tribu y los curanderos de los imperios antiguos y modernos, desde Egipto y Grecia hasta hoy, sin desairar a las civilizaciones y mitologías orientales. Son a la vez sacerdotes, pues curan también el alma, ese misterioso espíritu que sostiene los cuerpos más y  mejor que los huesos. Y más pronto.

Ahora hacen huelgas de batas blancas y verdes en Cataluña y Andalucía, y no carecen de razones: falta de personal, bajos sueldos, escasa consideración social y politización de su trabajo. Hay que apoyarles porque en ellos nos va la vida.

Cuando eres joven —Oh juventud, divino tesoro!— pasas de revisiones y chequeos, pero cuando se acerca La Parca con su guadaña te tientas la ropa, la piel, el corazón y los testículos.

Llevaba yo demasiados años descuidando la salud. Nunca más. Y menos ahora que el lobo de la noche final asoma las orejas. Haced vosotros igual, sobre todo si peináis canas o ni siquiera eso.


918470225

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