lunes, 19 de noviembre de 2018

Elegía de las librerías

Solas. Solas. Están solas
las sapientes librerías
como momias de papel
tristemente sucumbidas
bajo el magma digital
que las mentes obnubila.

Casi nadie las consulta,
casi nadie las visita,
y si alguno por descuido
distrae un poco la vista
sobre sus hojas caducas,
otoñales y caídas…
se apresura a reponerlas
sobre las estanterías
para que sigan durmiendo
sus sueños de maravillas
con Peter Pan, Garbancito,
El Mago de Oz y Alicia.

Ya no hay ratones lectores
que los hocicos inclinan
para comerse la pasta
de la celulosa antigua,
si antes blanca y codiciada
ahora marrón y amarilla.

Ya no hay libreros venales
ni clientes que apoquinan
por leer, leer, leer
las rayas que les dan vida,
esas que a bulto interpretan
diversas gitanerías.

Proliferan los videos
en cualquier calle y esquina;
proliferan los portátiles
móviles de la burrimia;
proliferan los whatsapps
de la tonta compañía,
compañía en la distancia
que a la vez les desarrima.

Librerías. ¡Ay cuán pocas
van subsistiendo en la vía
consuetudinaria del
ciudadano pacotilla!

De eso trata este romance
asonante en ía, ía,
con la consonante puesta
entremedias de la rima.

Librerías, Dios os guarde
hasta ese último día
en que los viejos lectores
no hayan perdido la vista
como Borges el cieguito
que tanto, tanto sabía.

91 8470225

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