lunes, 30 de diciembre de 2019

La aventura de la vejez



A  mucha honra los viejos
somos patrimonio vivo
de este país de conejos
en el que nos resistimos
con cachava o sin cachava
a subir al Paraíso
que nos prometen los dioses
en los más sagrados libros.

¡Quién tuviera la ventura
de permanecer un siglo
en esta tierra redonda
aun con dolores continuos
de cabeza, de clavículas
y de nervios astifinos!

¡O de piernas y de brazos,
de manos y de testículos,
de cuello en las cervicales,
de muelas y de caninos,
de rodillas y de espaldas,
de pies planos femeninos,
de caderas fragilísimas
o pompis alicaídos
que apenas ya se sostengan
sobre los huesos asidos,
para tomarse un vermú,
una cerveza o un vino,
unas ostras en vinagre
y unos calamares fritos,
alguna ginebra fría,
algún Roquefort riquísimo,
cierta variedad de olivas,
cierta piel de cochinillo,
un jamón de pata negra
(zamorano o salmantino),
unos churros en las ferias,
unas carnes de membrillo,
o cualesquiera otra tapa,
ración, medianoche o pincho
que el camarero disponga
a nuestro gusto y capricho.
¿Se os hace la boca agua
oes saliva lo que digo?
Por poder saborearlo
más veces, lo dejo escrito.

Y cómo no, viajar mucho,
vadear los frescos ríos,
ascender a las montañas,
pasar por valles umbríos
y llanuras apaisadas,
bailar en pareja o tríos,
beber agua en manantiales,
montar caballo o pollino,
ver cómo vuelan los pájaros
y crecen los arbolitos,
ver, ver y no sosegar
hasta llegar a ese sitio
en que naciste temblando,
en que jugaste de niño,
en que tus padres y abuelos
te dieron pan y cariño
a la puerta de la casa
solariega, donde el lirio,
el clavel y el malvarreal
perfumaban el estío,
aquel estío de entonces
que llegaba al “veranillo
de San Miguel y tú, tieso,
te espigabas como el trigo.

Ha pasado mucho tiempo
pero seguimos unidos
como la leche y la nata,
como la breva y el higo,
como la rama y el árbol
que se la sostiene en vilo
hasta que el otoño llega
y la pinta de amarillo
antes de que caiga al suelo,
que es ya su fatal destino
para ser pisada y ser
imagen del equilibrio
entre la vida y la nada,
o sea, nosotros mismos.

Gracias, gracias, concurrentes.
Gracias, gracias, abuelitos,
por escucharme en silencio.
Si habéis soñado conmigo,
si habéis descansado un poco
y si bien habéis comido,
Dios y El Junco… que os recojan
y que yo sea testigo
el Año Nuevo que viene
trotando como un potrillo.
Por vosotros y por mí,
alzad la copa, sin ruido,
pensando que hay otra vida
pero en esta estamos… ¡VIVOS!
Sigamos como Noé
después del Diluvio sido,
e igual que Matusalén,
lo mismo que Jesucristo
que cada año nos nace
en un Belén redivivo.
La Religión nos mantiene
en cuerpo y alma reunidos.
Bendita la Religión
y amén por todo lo dicho.
Otra copa si no es mucho
el alcohol embebecido.
Por vosotros nuevamente
y por mí a vuestro servicio.
Mayores de Guadalix,
pueblo poblado de alisos
verdes y reborborantes…
siempre os llevaré conmigo.


918470225

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