lunes, 22 de octubre de 2018

Los ojos son las ventanas del alma

Me estoy quedando ciego como Homero.
Luz, más luz pido
igual que Göthe en sus últimos ensueños.
¿Les llegará la luz a las ventanas de mi alma
que son los ojos de mi cuerpo,
aquel que en la juventud
brillaba ardiendo?
No sé ni dónde piso
ni dónde peso,
porque no aguanto más
y no más puedo.
Ayudadme los listos
y apartaros los necios.
Aún me restan
músculos y nervios.
El nervio óptico
—el mensajero—
me avisa de que tarda
su restablecimiento.
Ya no quiero mirarme
frente al espejo
por no ver mis colores
tristes y macilentos
turbados por los rayos
de los malos tiempos.
¡Cuán grande se hizo el bosque
de mi ignorancia por momentos!
No remiro los árboles
sino el vacío que dejaron sin consuelo
los pájaros volantes que, cansados,
se apoyaban en ellos,
como yo, peregrino
hacia la cúpula del cielo.
Me encuentro en esa edad en que la vida
se me tira a la muerte contendiendo
por quién, una o  la otra,
triunfará en el empeño.
Ni de lejos ni de cerca
se me aproximan los objetos.
Todo me queda fuera.
Todo son miedos.
La claridad huyó.
El mundo es negro.


91 8470225

1 comentario:

  1. ¡ Qué grande eres, Apuleyo ! No dejes de escribir: das vida, das sentido a nuestras pequeñas y altas miras.

    ResponderEliminar