lunes, 14 de abril de 2014

María escucha el sermón de la montaña



-La luz del cuerpo es el ojo.

Dios viste a las margaritas.

Bienaventurados sois

los hombres de manos limpias

y los que mansos y humildes

ofrecéis la otra mejilla

a los que no os soportan

sacudidos por la ira.

Seréis pronto perseguidos

por seguir la causa mía,

mas no temáis si sufrís

por hambre y sed de justicia.

¿Dónde está la sal del mundo?

Yo soy la sal salutífera.

Atesorad para el cielo,

lejos de orín y polilla.

Está predicando Cristo

en la montaña bendita.

Su Madre lo escucha absorta

en el corcel de la brisa.

II

Por el sermón nunca oído

de las bienaventuranzas

se extiende un halo de luz,

solidaridad y gracia.

Zelotes y publicanos,

rameras, amas de casa,

pescadores y pastores

de la esperanza sagrada…

sienten que el nuevo Profeta

cierra la noche del alma.

-No basta decir Jesús,

dice Jesús, y se calla.

Esta vez habló muy claro.

Esta vez no usó parábolas

Un centurión se le acerca:

-Te espero el día de Pascua

III

Del monte baja el Señor.

Es la senda estrecha y larga.

(Corderos entre los lobos

a las primeras del alba).

Aves y lirios del campo

beben la luz nunca usada,

sin preocuparse en vestirse,

sin afanarse por nada.

La muchedumbre le cerca

como una dócil manada.

-Prudente es el que edifica

sobre la roca su casa.

91 847 02 25

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