martes, 31 de julio de 2012

VIVIR CON EL MUERTO A CUESTAS... Y A SUS COSTAS

No me refiero, claro, a la resurrección en cuerpo y alma que predica la iglesia de Cristo, y en la que no tengo más remedio que creer para consolarme de las desgracias sufridas en la existencia terrenal, sino a ese fraude funerario de las tarjetas sanitarias, descubierto por el ministerio de Sanidad, y no por Hacienda. Resulta que, "desde 2002 a este junio de 2012, 150.000 muertos seguían vivos", cobrándose el descuento de las medicinas y la prima de la pensión... sus deudos y familiares, cuando ya ni el cadáver estaba  de cuerpo presente o insepulto, sino yaciendo bajo tierra o hecho cenizas. ¿Y para eso, tantas lágrimas... de cocodrilo? Usamos la mentira hasta con los seres (¿queridos?) desaparecidos, los que nos dieron la vida. ¿Qué más queríamos? Pues queríamos -queremos- más, mucho más: sobrevivir de sus restos, con crisis o sin crisis, que la ambición no tiene límites. ¡Pobres ricos los ricos de los cementerios que no pudieron llevarse nada al más allá y que les han despojado hasta de la honra que se merecían!
 


No debió ser grato vivir con el muerto a cuestas tanto tiempo, qué pena, pero sí comer y vestirse a su costa, tristísima paradoja. Nos repelen los buitres carroñeros y, sin embargo, somos su estampa, maldito espejo. Usted dice que no, pero yo he visto con estos ojos que también se me van a comer el fuego y los gusanos, lo que nunca quisiera haber visto. Y no documentándome en la antigüedad estulta y antropófaga, sino ahora mismo, como digo, con respetables señoras y señores vestidos de negro con su mejor traje en el ataúd.



Un ejemplo, un mal ejemplo: Las parejas y las hijas de José Luis Urribarri han emprendido una guerra a quemarropa por su testamento, robado -dicen- en el propio velatorio. ¿Habrá mayor desvergüenza e indignidad? Carnaza para un realty televisivo que repartirá mucho dinero a la una y a la otra parte. Vamos, que no van a necesitar ni la tarjeta sanitaria activa del fallecido por un derrame cerebral. Y es que ¿quedará algún rastro de cerebro en este mundo competitivo de la absoluta necedad? Ni a los muertos dejamos descansar. Porque seguro que nos están mirando. (Si es que seguimos creyendo en la resurrección, que me parece que ya no)


a.sotopa@hotmail.com

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