Amo y paseo la de siempre por su monumentalidad volcada al exterior turístico, y amo y recorro la nueva por su menestralidad de barrio atareado en el que cada cual está a lo suyo, sin importarle que le vean o no, pero sí que le visiten y le compren en sus tiendas.
No hay que desatender ninguna. Las dos arrancan próximas al acueducto y son una sucesión del río humano que las puebla, tiempo a tiempo. En mi última visita me empapé de su magia. En una recordé el glorioso pasado; en otra reviví el presente. Y es que, como el autor del Tenorio, “yo no soy más que un poeta/ sin otro bien que mi lira,/ un alma al amor sujeta/ y un corazón que suspira”. Vayan y vean.
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