martes, 21 de febrero de 2012

A "comerse" a Segovia


A “comerse” a Segovia. Eso es lo que hay que hacer con su cochinillo dorado a la brasa del horno -Procose los prepara como nadie, chiquititos y crujientes-, y eso es lo que hacen miles de turistas cada fin de semana, que suben hasta los pináculos del Alcázar, después de distraerse andando y mirando por la plaza del Azoguejo, la calle Real, la Judería, la plaza Mayor de la Catedral flamígera, la Fuencisla grajera, el Parral eresmizado y el monasterio de San Antonio el Real, entre otros tesoros custodiados…, para aumentar el apetito del cuerpo, después de satisfacer el espíritu. Turismo se llama la cosa.


Segovia es tierra de sabor multiplicado por el buen hacer de sus cocineros y camareros múltiples trajeados: Cándido, Duque, José María, etc, etc, más la Cueva de San Esteban, donde residen a pie de mesa el “Nariz de Oro” Lucio y el jamonero que corta más finas las traseras y delanteras, magras y tocinas del gorrino, ibéricas, claro. Y así dan gusto al populacho que lo trincha, con perdón y empatía, que yo también me lo como a bienmesabe.


Imanol, Echanove, Lorenzo Díaz, tantos y tantos, daros otra vuelta de esófago y estómago por esta villa de gourmets, donde se despacharon hasta la saciedad Orson Wells, Sofía Loren y Ramón Gómez de la Serna. Para plato y plató, Segovia se las pinta sola.


apuleyosotopajares@hotmail.com

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