martes, 26 de mayo de 2020

Elogio y vituperio de Facebook


Es lo más grande y lo más pequeño.
Es lo más malo y es lo más bueno.
Es Biblioteca, Archivo y Monumento.
Es lo que es y ni más ni menos.
Hablo de Facebook, ese coelemento
que digitalmente nos sale al encuentro
para preguntarnos, para distraernos,
para sugerirnos algo de provecho:
pensar o seguir viéndolo y leyéndolo,
comentar discursos, compartir destellos,
reir o llorar ante lo que estemos
o seguir a estos o seguir a aquellos.
Siempre es obsequioso, se muestra correcto,
bien de parte nuestra o de parte de ellos
y así deleitarnos de uno al otro extremo
al tiempo que tacha –y lo hace en silencio-
como un buen maestro siempre corrigiendo.
Va por la pantalla de internet abierto,
luminoso y claro, servicial y atento,
con noticias nuevas en cada momento,
dejándonos listos, tristes o perplejos.
Yo le elogio a veces y a veces le detesto.
Me pone como un trapo, me pone como un necio,
o me subestima o me erige un templo,
o me sullivella o me toma el pelo.
Está por encima de mi real deseo,
que si a este le ensalzo y al otro ninguneo,
que si a uno deprimo pero a otro potencio,
con uno me conforto, con otro me entretengo,
al de aquí le estimo y al de allá le afeo.
Como es un robot de los más modernos,
se cree un autómata con derecho a eso,
a ser el más pillo y el más tentetieso
en los avatares que van sucediéndonos.
Todos los colores emite con tiento:
los rojos, los verdes y los azuleos,
los rosas, los grises, los amarillentos,
los tonos carmíneos y los tonos negros.
Dice las verdades, dice los engendros,
reparte los bulos cual si fueran ciertos,
nos confunde mucho, nos aclara luego,
va a su sola bola, cosa que no entiendo.
Le odio, le amo, le apago, le enciendo,
por malo que sea no le dejo quieto;
me abate, me alaba, me toma por sieso,
está sobre mí y es mi complemento.
Tanto me apasiona como le detesto,
tanto uso sus armas como las encierro,
tanto escribo en él como a mano creo,
tanto es necesario, que le velo y velo
con un transparente plástico proteico
o le cojo el ritmo de versos con versos
un día, otro día, todos los que quiero
informarme de algo de vivos y muertos.
¡Oh, cómo me enzarzo, oh, cómo tecleo,
oh, cómo me ensancho por el ancho pliego
de su blanca espalda de cíclope homérico!
Le doy un descanso. Me tomo un recreo.

918470225

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