jueves, 23 de julio de 2015

Elogio de las preposiciones y los adverbios

Adoro el uso de las preposiciones y los adverbios en los escritos que leo. No son fáciles de colocar, pero precisan el significado de las frases. Pío Baroja –como yo mismo y tantos- dudaba a veces cuál de las primeras poner. ¿A o ante, bajo o cabe, con o contra, de o desde, en o entre, hacia o hasta, para o por, según, sin, sobre o tras? En esas estamos. El vasco misógino se rascaba la cabeza pensando si ponía “bajo la escalera en zapatillas, con zapatillas o de zapatillas. El caso es que ni las zapatillas ni el albornoz se los quitaba cuando andaba por casa. Si era por la calle, no se desprendía de la boina, vasca, claro. Una doble cosa fundamental son los sustantivos y los verbos, columnas vertebrales de la escritura en todos los tiempos, y otra distinta y aleatoria son las preposiciones, que admiten muchos cambios y todos los resisten en un buen castellano y en cualesquiera otra forma de comunicación.

Respecto de los adverbios, en especial los de modo, que terminan naturalmente en mente, Gabriel García Márquez los rechazaba en teoría, pero en la práctica los sembraba a porrillo en sus ensayos y novelas. Si leeis sus Memorias, quedaréis alucinados: En el término de una página, los repite veinte o treinta veces. Y lo estudiamos y aprendemos  como maestro contemporáneo que fue. ¿Entonces? Es tan flexible el idioma español, que admite y se sobresalta a la vez todas las normas anteriores cuando algunas otras las sustituyen. La lengua la habla y transforma el pueblo, y el escritor la fija en un determinado momento recreador. ¿O no? Dejémonos, pues, influenciar por su poderío; somos transvasadores de la realidad instantánea, y poco más.

Ahora quisiera que Lucas de Villalón, heterónimo de Rafael del Moral, me corrigiera este articulillo. O, en su defecto, que lo hagan Francisco Rodríguez-Adrados o Santiago López-Navia. He dicho. Con mis gracias anticipadas a su saber clásico. 

a.sotopa@hotmail.com
918470225

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