Siempre los vi juntos, como el anillo al dedo; siempre de la mano,
calle arriba, calle abajo, de casa en casa, de institución en
institución. Se querían apasionadamente, como nadie en el mundo he
conocido, sorprendido.
Estaban cada uno con el otro y viceversa. Adonde iba Conrado, iba
Charo, amarrados ambos al duro y placentero banco de su quehacer
investigador cotidiano, por museos, archivos, bibliotecas y hemerotecas.
La bombonera heredada no importaba tanto. La dejaban al lado para que
fermentara su sin igual pasión de amor: a las letras escritas, por
supuesto, siguiendo el ejemplo del padre escritor y periodista, al que
Conrado dedicó sus “Pilares”. Nunca intentaban separarse, partirse,
dividirse; en todo caso, se deshacían el uno en la otra, que era su
imagen paralela, llena de bondad.
Pareja de hecho total, previa bendición eclesiástica, por supuesto;
pareja de cuerpos, pareja de almas, pareja de sentimientos y vivencias,
enteramente unidos, perfectamente ensamblados, como la cuña en la madera
sustentadora, mesa, silla o butaca y cama. Así los traté, así los
retrato, en un conjunto inimitable, por la sublimidad de sus emociones
mutuas.
Ahora mismo, en la distancia del recuerdo, los veo igual que entonces,
cuando eran un matrimonio ejemplar, desparramados por los demás, en
especial, por los más desfavorecidos.
Todo lo que recibieron lo donaron, y aumentado. Por eso La Bañeza les ha
honrado y sigue honrando en libros, jardines, plazas y estatuas
levantadas en su honor, para que se perpetúe la memoria del buen hacer
que dejaron tras de sí. Honraron a la ciudad y ahora la ciudad les honra
a ellos, con un alcalde al frente que sabe lo que se hace. Y yo lo he
palpado “in situ”.
Una anécdota final. Cuando celebramos el Congreso Nacional de Cronistas
Oficiales del Reino de España (RAECO) en Madrid, allá por el dos mil y
poco pico, distraje a Conrado del cóctel que nos ofrecía Gallardón en la
antigua Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede de la Comunidad,
para que observara conmigo a las guapas azafatas faldicortas que nos
atendían.
Creo que fue la primera y única vez…que se separó de su mujer, Charo, la
inmarchitable Charo, y me hizo volver enseguida al centro de la
reunión. Eso es un hombre. Y yo lo celebro. Amén.
a.sotopa@hotmail.com
918470225
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