martes, 19 de mayo de 2015

Anécdotas umbralianas

Mucho se escribe de Umbral estos días al cumplirse el octavo aniversario de su desaparición terrestre. Y muchos repiten sin cesar su insolente aparición televisiva ante la presentadora “granhermana” Mercedes Milá, cuando le soltó a bocajarro: “Yo he venido aquí a hablar de mi libro”.
Pues bien, yo quiero recordar algunas anécdotas que viví con él, y que hasta hoy no han trascendido.


Una: Coincidíamos con frecuencia en Padre Damián, 43, bajo (Madrid) sede de la agencia de prensa COLPISA, para entregar a Manu Leguineche, Director, o Fermín Cebolla, Redactor Jefe, nuestras sendas colaboraciones literarias en los 17 periódicos de la cadena…, y un día me suelta Manu: “Apuleyo, déjate de adjetivos en tus crónicas y ponme siempre verbos y sustantivos”. Y también: “Déjate, jodío, de entrevistar a escritores y artistas jóvenes nuevos, que no le interesan a nadie, y entrevista a diario a Lola Flores, que esa sí que vende.


No le hice caso ni en una ni en otra admonición, y así de mal me fue. Sin embargo, a Umbral le permitía y hasta le aplaudía los epítetos más insospechados, algunos, auténticos modismos. Era un creador, lo reconozco, y yo un simple imitador aficionado. Sus negritas hicieron famosos, incluso a los que no lo merecieran nunca. Con él resaltaban Pitita Ridruejo, Lola Flores, Enma Cohen, Fernando Arrabal, Fernando Sánchez Dragó, Fernando el actor-escritor  pelirrojo, y el mindundi editor de Libertarias que oculta su nombre, no lo oculto yo, y que acabó emparentado con una Fierro, y a quien yo le había presentado en el Eurobuilding I, allá por los Ochenta de la Movida madrileña. (Leguineche, por otra parte, se hallaba en aquellos años, de guerra en guerra más que en la redacción estrecha, bien abastecido de emolumentos especiales y espaciales por los Ibarra vascos que le protegían. Perdonado. También fue un genio periodístico, por el camino más largo, que principiaba y acababa en los mesones de Pedro Teixeira y calles atláteres, papeando opíparamente al atardecer quicos, cangrejos, calamares y sardinas en aceite, con Amalia Sánchez Sampedro, Susanita Sánchez y su marido temporal que no quiero nombrar, Mercedes Rodríguez, Pilar Cernuda, Mariano Guindal –el barrendero que ascendió a La Vanguardia en cuestiones laborales- y el futbolero Paradinas, que acabó pasándose a El País).


Dos: Tanta fue mi devoción por Umbral, que creé la editorial “El Gran Espectáculo” para publicar una antología de sus primeros libros hasta “Mortal y Rosa”, libro que escribió sobre el único hijo que tuvo y que mecía en la hamaca de la terraza de Pedro Texeira, 6-8, tan alabado por el Director de la RAE, Fernando Lázaro Carreter, el catedrático amigo que no consiguió elevarle a los altares de la Academia de la Lengua, la que, sin duda, se merecía, y por la que no paró de aspirar y suspirar el que al final de sus días se refugió en su dacha de Majadahonda, para arrojar libros depauperados a la piscina. 


Umbral me rediseñó la portada de aquella antología admirativa que le había dedicado, porque la primera mía había resultado fatalmente desastrosa, y no hubo más. No hubo más durante un trecho de años, porque de mí no se ocupó nada, a pesar de que me elogió en la contraportada. Pero a finales de los noventa del siglo XX, reencontrándonos casualmente en una exposición de la Biblioteca Nacional, el alto, cegato y abufandado de rojo Umbral, que temía al frío como al rayo y al diablo, y estaba frecuentemente afónico,  me requirió que le enviara algunos ejemplares de la dichosa publicación para adjuntarlos a la bibliografía que necesitaba presentar en la concesión del Premio Príncipe de Asturias. Así es la vida. O era. Creo, sinceramente, que le otorgaron graciosamente un Premio de Consolación, con el que murió tranquilo, ahíto de tranquilizantes.


Tres: Un día de entonces le invité a visitar mi pueblo, Cozuelos, y degustar un cordero lechal en el Chiringuito Rufino de la cercana Villa de Fuentidueña (Segovia) pero renunció por mal estar a última hora, aunque sí acudieron su mujer María España, el representante actor del Conde de Montecristo, la actriz Charo Soriano y los periodistas gourmetses Antonio de Olano y Joaquín Merino. ¡Felicísimo día! Dios tenga a algunos de ellos en su gloria y a los otros, vivitos y coleando.


Cuatro: Ejerciendo de Jefe de Prensa de la Universidad Autónoma de Madrid, en Cantoblanco, aún sin estación de ferrocarril, invité a Francisco Umbral a que almorzara en el Campus con el Rector Gratiniano Nieto, de derechas-derechas, y vallisoletano-madrileño  como él, pues le acababa de nombrar Presidente Honorario del Club de Poetas de la UAM, fundado en connivencia con la poetisa extremeña Pureza Canelo, y allí que se presentó y divagamos sobre lo nuestro: sobre la poesía en verso y en prosa, que es “otra cosa”, como dijera Machado. El caso es que a la tarde, le devolví en mi coche al hotel Miguel Ángel, donde él tenía concertada anteriormente una entrevista con la periodista Margarita Robles, y allí con ella le dejé y  ya no sé qué más pasó. Porque los dos portaban una capa negra para encubrirlo. Hasta ahora. Y no seré indiscreto, por el amor y honor de su viuda.

a.sotopa@hotmail.com
91 847 02 25

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