lunes, 13 de mayo de 2013

Canto romanceado a los pueblos de Segovia

(Con motivo del XXXV Congreso Nacional de la FEPET por Fuentidueña, Sacramenia, Cuéllar, Castilnovo, Palazuelos y Ayllón.
Por Apuleyo Soto, nuevo juglar de Castilla)

En Fuentidueña, la dueña

de mi infancia nadadora

por la corriente del río

que murmura y ríe y llora.

En Fuentidueña, la madre

de las aguas caudalosas

que duran, duran y duran

en permanente zozobra

más allá de Peñafiel

donde el Duratón se enfonda

en el Duero, padre nuestro

del vino en bodega y bota…

En Fuentidueña, colegas

de la pluma y de la boca,

que vais del arte a la vida

y de la vida a sus cosas,

del paisaje al paisanaje,

de la comida a la copa,

de la cámara al portátil,

y del móvil a la nokia…

En Fuentidueña… se inicia

la romanceada copla

con la que quiero obsequiaros

en esta noche de ronda

que Mayo estrella en el cielo

antes de encender la aurora.

En ella vísteis fundidos

entre el clavel y la rosa,

entre la cal y la hiedra,

entre el humus y la roca,

las murallas desdentadas

por el desdén de la historia

y el castillo que fue sede

de Su Majestad Graciosa

Alfonso VIII , adalid

de las Navas de Tolosa,

que en él descansó después

de hundir la soberbia mora,

y hoy yace desmoronado

sobre tumbas visigóticas

al olor del jaramago

y al color de la amapola.

Así Fortuna es cambiante

en la rueda de las horas,

así es polvo lo que fue

cristiana y sangrienta tropa,

así se deshace todo

como el fulgor de las rosas.

Allí con unción tentásteis

la cicatriz dolorosa

que aún muestran en su vacío

las iglesias rezadoras

trasplantadas a New York

por cuatro perrillas gordas

de un magnate de la prensa

que se las echó a la borda

para su culto placer,

no para el culto de Roma.

Allí, encantados y atléticos,

con alazanas señoras,

subísteis a la plazuela

porticada que se asoma

por los ojos de dos arcos

a la vega neblinosa

en la que los chopos blancos

se tornan liras y trompas

cuando el viento les conmueve

y se enrolla con sus hojas;

allí, donde se levanta

una antañona casona,

centro de la Villa y Tierra

de veintiún pueblos, que ahora

sigue funcionado a tope

con solidez de amazona,

resistiéndose al asalto

de la yerba trepadora.

Enfrente, el Pico San Blas

-águilas, cuervos, palomas-

y las grutas ahuecadas

por el agua gota a gota.

Más allá Burgomillodo

entre lindes carrascosas

y el pantano de Las Vencías

sostenedor de canoas

y cangrejos petirrojos

y truchas resbaladoras

que se disputan la suerte

de la sartén y la olla…

Dejadme que en la patena

sagrada de la memoria

reseñe otros datos y hechos

de esta Villa prodigiosa

que hace comedor lechal

de una capilla con bóveda

en el Palacio Montijo

de renaciente reforma;

que mantiene el Chiringuito

de Rufino y su asadora

junto a un puente, obra romana,

que en la corriente se moja;

que calma todas las ansias,

todos los sueños convoca.

Después si queréis bailamos

por paloteos de jotas.

¡Ay, si esta puebla tuviera

como lo tuvieron otras

ciudades de patrimonio

por sus esencias remotas

un cantor Rodrigo Caro

que hizo a Itálica famosa,

cuánto turista albergara,

cuánto cambiaran las tornas,

pues suyos son los collados

de la soledad sonora

en los que late el sentir

de la más azul Segovia,

custodia sacramental

de la nación española…!

Si se os cae una lágrima

borradla como se borra

una mancha en la camisa

o un óxido en la manopla.

Y de Fuentidueña en cuesta,

a Sacramenia, la joya

del lechazo sobre ascuas

de mostelas mostoañosas,

cuyas románicas huellas

exhiben pareja historia

entre nevados corderos

que triscan, balan y colman

las mesas y los manteles

que hacen honor a la andorga.

Un paseo por sus calles,

una siesta por sus frondas,

un rezo por sus ermitas

y una subida a la cota

del coto de San Bernardo,

hoy en las manos del “Hola”.

Mirad bien el rosetón

de la abadía frailona.

Ahí se casó Julio Iglesias

y Cela asistió, no es  broma,

pues repartió más propinas

que ninguno otro u otra,

como recuerda la gente

agradecida y bailonga

que esa noche se pasó

buscándose novio o novia.

Sacramenia representa

a la furia expoliadora

que se llevó por delante

capiteles y arquivoltas,

claustros, gárgolas, columnas,

pergaminos y redomas

en desamortización

tan nefasta como odiosa,

pero un tinto Zarraguilla,

que las gargantas entona,

os hizo olvidar la pena

y os empinó hasta la gloria.

Continuemos por Cuéllar,

la alburquerque matriosca

de la Casa de Trastámara

jodiendo y dándose ostias

de marqueses a duqueses,

de infantinas a reinonas,

de obispos a cardenales

y de músicos a zorras…

hasta que les echó el lazo

la Gran Isabel Católica,

esposa de don Fernando,

prima reina, prima domna,

ninguna más que ella al mando,

conquistó, monta y desmonta.

Cuéllar es primera en toros

y por tanto en cornucopias

con Juana la Beltraneja

como su principal copia,

pero es también la mudéjar

de la  alarife mora

que se incrustó en sus ladrillos

renegando de Mahoma.

De San Francisco al Castillo

se extiende como una alfombra

con torres cuadriculadas

y campanas bronceadoras

que llaman al pueblo llano 

repicando: “ora et labora”.

Ya estamos en Castilnovo,

palacio de la almanzora

caballería  almozárabe

del califato de Córdoba,

que en racias  violentísimas,

sorpresivas y captoras,

domeñó mil y una veces

a la cristiana corona

sostenida por Don Álvaro

de Luna en pomposa forma,

antes de que decayera

su cabeza ricachona

cortada por Juan II

tras muy borrascosas broncas…

“Si sin cabeza me quedo,

todo lo demás no importa”,

dijo al morir y murió

confeso como un patriota.

Dormid, hermanos, aquí.

Nada falta, nada sobra,

el río San Juan os mece

con sus ondas y sus sombras.

…Y ya a media tarde, Ayllón,

alta sierra, plana loma

bordeada de arquerías

y excesivamente pródiga

en escudos imperiales,

en villenas tristes glosas

en franciscanas ofrendas,

en tapices  de hebra corta,

en plazas aportaladas

por maderas resinosas,

en museos obispales,

en espigadas tahonas,

en fraguas de hierro hirviente,

en balcones con baldosas,

en frontispicios de lis,

en estandartes y forjas,

en polícromos retablos,

y en necrópolis rocosas.

Éstas son tierras, amigos,

altivas, secretas y hondas,

son para verlas, comérselas,

y gozar a la bartola.

Tanto piden, tanto dan,

tanto lucen, tanto asombran…

Ponencias y más ponencias

sabias, profundas, jugosas.

El Congreso se acabó:

Perfecto en fondo y en forma.

Asturianos, valencianos,

catalanes de la bolsa,

cántabros, vascos, murcianos,

madrileños rompeolas,

castellanos y manchegos

de queso, de vino y tortas,

andaluces del aceite,

gallegos de costa a costa…:

Cuéllar, Sacramenia, Ayllón,

Fuentidueña Altisidora

y Palazuelos de Eresma

destilándose en la copa

de un whisky DYC amarillo

como el oro en mina undosa,

os dieron todo de sí

sin pediros nada a contra.

Amigos de tomo y tomo

¿qué les dais, por tanto, ahora

a estos pueblos abnegados

que en serviros a sí se honran?

A callaros y a escribir

hoja tras hoja y tras hoja,

brindando porque esta sea

la ocasión más venturosa

a quien la Diputación

de la ascética Segovia

le regaló su alma entera:

monumental, pedregosa,

robledal, encinariega,

chopera y viticultora.

Mariano de Palacín,

organizador pasota

de este viaje a la utopía,

¡arriba, arriba la copa!

Once florido de Mayo.

En piel se esgrafió esta Crónica.

Juglar, Apuleyo Soto,

que firma y se guarda copia.

Muchas gracias. Buenas noches:

Mis señores, mis señoras.


(Romance declamado  a los postres de la Cena de clausura en el Castillo de Castilnovo, a 11 de mayo de 2013)
a.sotopa@hotmail.com
T: 91 847 02 25

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