En el otoño verdiamarillolimón del 27-S 2015 que se avecina, no
quiero ver más que el otoño del patriarca catalán Artur Mas, a ver si de
una vez el caramanchada al tres por ciento se desprende, se desinfla,
cae y se estrella, como una hoja del calendario independentista, contra
el suelo de la realidad única nacional, ya que a la España entera y
verdadera la está amarronando por su insolvencia y su llamada imperativa
a la insumisión y la desconexión.
“Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
¡Las ilusiones
perdidas
¡ay!, son hojas desprendidas
del árbol del corazón!”
(Espronceda)
La luz horizontal (de la inteligencia y de la climatología) que se
esparrama en el otoño debe comprender, promover y proveer a todos de
manera igual, no desgastando los colores banderizos sino unificándolos
en su variedad elemental, y en esa esperanza estamos en permanente
ansia.
Los países son árboles, y florecen o enflaquecen según se los cuide,
con mimos o a topetazos de toro.
¿Bravos ¿para qué? Para lo justo, útil y
necesario nada más. Digamos por fin adiós a “la venganza catalana”.
El fuste, el tronco, las raíces y las ramas tienen en este caso un
nombre común, España, que ya lleva junta quinientos turbulentos años y
ha soportado cualquier mala suerte de los vendavales de las guerras,
las inquisiciones y las incomprensiones. Mamá Grande no hay otra en esta
tierra de conejos, de zorros y de lobos.
Juns pel sí, juntos por el sí, pero todos y no solo unos cuantos,
aunque supusieran mayoría en las votaciones emocionales autonómicas. Por
encima del corazón se mantiene enhiesta la razón, las razones. Porque
¿qué hacer de los otros catalanes y de los demás españoles naturales,
aunque silencien su opción en la urna, por miedo, dejadez o estupidez?
Ojo al dato: los “indepes” serían expulsados del paraíso común, la
UE, la ONU, la OTAN…
¡Reflexionad, hermanos! No quedéis como las hojas
secas.
918470225
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