viernes, 20 de marzo de 2015

Figuras de retablo 2015


Presentación el 13 de marzo de 2015 en el Centro Cultural Blas de Otero de San Sebastián de los Reyes.

En “Figuras de retablo”, que aquí indigno presento, relucen las palabras, se alargan las sombras y los asombros históricos, se desempolvan los altares áureos de la consideración católica, además de otros templos, casonas y palacios; se describen paladinamente los usos y costumbres del glorioso y tormentoso pasado; se mira a la naturaleza con conmiseración doliente como a esa madre puteada por sus propios hijos, por rastros y  rastrojos…
Estamos ante una elegía prolongada, un oratorio desangrado y desgarrador, un epicedio mortal.
Ningún lugar más a propósito para darlo a conocer que este Centro Cultural “Blas de Otero”, vasco de furia hispánica, cuya obra épica y lírica recibe una réplica adhesiva del burgalés Pascual Izquierdo, que llora los males morales de su patria y los muros altivos ya desmoronados  y por la edad vencidos.
El libro se abre con un prólogo atinadísimo y memorioso del emperador de la palabra global César Augusto Ayuso, que en su condición de crítico y devoto del autor, se explaya en su reconocimiento. Y no podía ser por menos, porque el poemario da mucho de sí, y hay que considerarlo y justificarlo en sus extensísimos significados lingüísticos, artísticos, humanos  y sociales.
Vamos a ello
¿Decadencia ahora? Luego antes hubo ascendencia. Trataré de explicarme.
A mi vera, Manuel López Azorín, editor de Eirene, compañero del alma, compañero, que siempre dio en Diana desde que le vi florecer y fructificar como poeta, amarrado al duro banco del estudio y a la bota de vino de Hierro y al vaso de whisky de Gloria Fuertes. Y a mi vera, Emilio Pascual, doctísimo en literaturas.
Adentrémonos en la espesura de los versos del poeta Pascual, como lo hizo el Sanjuanito de la Cruz  del Cántico Espiritual de la naturaleza, todo tiempo y espacio trascendiendo, al modo de Boscán y el tajoherido Garcilaso de la Vega.
De entrada afirmo que me ha maravillado su antológico libro.  Lo confieso, como Neruda confesó su vida, con sinceridad apasionada.
 Ningún poema sobra en sus “Figuras de retablo”. Retablo, mosaico, palacio, alcázar, catedral, jardín, edén…Lo que gustéis. Todos y cada uno alcanzan la excelsitud, como el enhiesto ciprés de sol y sombra de Gerardo Diego en Silos, ese que acongoja a los cielos con su lanza en las riberas del Arlanza.
 Para la eternidad quedáis, querido y admirado izquierdísimo y diestrísimo Pascual, tan machadiano como gerardiano, tan barroco como berroqueño porque has hecho y sigues haciendo camino al andar. Yo te ciño, aquí y ahora, el laurel olímpico de la gloria.
Tiempo y espacio juntas, asumes y sublimas entre chopos, adobes, pétalos y espinas, puertos y penínsulas, imágenes y músicas, fraguas  y cenizas, hidalgos y pastores, vírgenes y mártires, vidrieros y soldados, juglares y troveros, predicadores y políticos, veletas y espadañas, claustros y cármenes, surcos y páramos, ninfas y nereidas, coronas y cúpulas, nombres y pronombres, florestas y faunas. (Podría aumentar las citas y las cítaras en tu honor). 
Nada de lo que anoto es mío. Todo es tuyo,  yo solo lo resalto. Tú me ensimismas y en ti me intuyo como en mí te enmías, retocando o repicando el prodigioso verso del Dante que nos enseñó Emilio. Tu libro está granado como aquellas granadas nazeríes y cordobesíes de los zéjeles árabes, y es que siendo mesetario cidiano te has imbuido de la luz y la lumbre del sur, aunando la escueta escuela castellana con la florida escuela andaluza de azahares, jazmines, damasnoches, damajuanas, isabelas, herreras y góngoras.
 Fuera yo Federico García Lorca dilucidando al canónigo que se batió a sonetazos y silvas y liras con Lope, Cervantes y Quevedo, trinidad unitaria universal, o fuera Juan Ramón Jiménez o  Rafael Alberti… para pintarte como es debido en este tu libro germinante y germinador.  Espadas como labios son tus versos, uno a uno y enlazados, con permiso de Vicente Aleixandre y de Adriano del Valle y de Joaquín Romero Murube y de Manuel Alcántara y de Rafael Montesinos. 
Tus sonilargos surcos  no responden siempre al cánon  exacto de los dáctilos, yámbos, troqueos , espondeos, anfíbracos , anapestos o limbos  -los clásicos helenos-, sino que se ciñen y adecúan al ritmo que tu mente y corazón vibrantes les someten. Para bien, claro está. Nos conmueven  y mueven, deleitan y asombran. Tu inspiración conjunta forma un trapezoide de líneas quebradas que nos requiebran con emoción hasta el final del poemario imaginario, muy ligado y consecutivo.
Arte Mayor usas porque el tema te lo exige. Cada verso es una cuerda musical tendida y tensada, una lámina bañada en oro, un pentagrama connotado, un silbo amoroso de silva lección. Haces chocar las consonantes y chocan las vocales liberándose en la boca y en la escritura.
Soy  consciente de no ser riguroso en esta exposición, pero me entiendes y te entiendo y nos entiende el público absorbente y reverente. Amén, así sea, y sigo, porque es de ley del buen presentador seguir y rematar, azaroso y azorado intento en este caso.
Hay una pátina de melancolía que cubre tu epopeya lírica y tu etopeya moral (válgame el oxímoron) de principio a fin. Y a ella volveré.
Tu libro es un grabado en esguince-escorzo multiforme a lo Durero y Duero duradero, una acuarela delicuescente que no se evade sino que nos impregna y embalsa, una pintura al óleo eterno, una escultura al cincel miguelangelesco… (tallas el idioma).  Y también una llamada de atención al pasado, aunque se halle cubierto de polvo y lástima como la lira romántica becqueriana, y al presente, para hacernos conscientes de tanta belleza dilapidada.
Usas, Pascual, ritmos y retorcimientos varios y nos trasladas al sentido diverso de los símbolos, los mitos, transpuestos con una versatilidad reverberante al tiempo que insumersa. ¿Cómo puedes juntar tanta belleza decadente? Que resuciten los hermanos Argensola, Bartolomé y Lupercio, para iluminarla más. Yo no podré, pero moriría en el intento.
Repararon ellos “en que ese cielo azul que todos vemos/ ni es cielo ni es azul. ¿Y es menos grande/ por no ser realidad tanta belleza?/ Que todo con la edad es diferente/ pues nos engaña igual Naturaleza”.
Y viajero además. Este retablo de figuras animadas, inanimadas o exánimes , representa a las claras y a las desvanecidas luces tu viaje más profundo, fecundo y rotundo, pues en él  encarnas y engarzas  todo un cosmos poético eminentemente lírico, ya dije. La narración la haces discurrir bajo el encanto de la lira del dios Pan que eres, sátiro y satírico. Tuyas son todas las Soledades percibidas por mí. Más que “microscopio de pupila azul” (Lorca), resultas telescopio visionario y trascendente.
Un libro de poesía es lenguaje pulido, o no es ni poesía ni libro. Y tú le adornas e inflamas con todas las figuras literarias a tu alcance mágico –sinécdoques, sinestesias, aliteraciones, metonimias, metáforas…- como profesor “en los cinco sentido corporales” (Lorca) que eres y en la fusión, efusión, fundición y difusión del poderío de tu cerebro compilador.
Imágenes, signos, guiños, mitos, huellas…son tus señas de identidad.
(Atended, oyentes; guardar en la caracola de la oreja algunos de sus sememas y semantemas: “rumor de arroyos, rumor de lencerías, sombras y silencios, vidrieras y lámparas, sueño de estatuas, resplandor de retablos, riberas de arroyos, fulgores de cristal y caricia…, etc, etc, etc.
El lector  resbala sus ojos por estas tus vías cuadernas y va como escuchando, no solo oyendo, una música interior cuando las palabras chocan entre sí, unas contra otras, como la fluencia del agua sobre las rocas, a las que endulza después de herirlas levemente)
“Trasunto de cristal, bello esmalte de ataujía” juanramoniano todo el libro.
Y lleno de quejas de amor de dolorido sentir al  sentirse desasistido.
Soledades, galerías y otros poemas es lo tuyo como lo fue lo de don Antonio Machado el bueno.

Y la Melancolía, ¡ah!  la eterna melancolía de la danza (de la muerte) y la contradanza del tiempo. Diosa tuya también es la Melancolía –añoranza, nostalgia…-, no las musas del Olimpo, del Parnaso o el Helicón ni las cariátides del Partenón o el Erectión.
Tu “Retablo de figuras” es un largo soliloquio en muchas y diferentes voces, en un tríptico o trilogía de Hombres y oficios, Monumentos y paisajes...y dúplice a la vez, uniendo mundos agónicos y antagónicos, piedra y adobe, oro y polvo: Plástica orfebrería de un tallador del idioma.
Desventura, desolación, desdoro, caducidad, pérdida… Repito: Soliloquios, Soledades, Elegías, Plantos…con más lágrimas que sonrisas, porque se “canta lo que se pierde”, que lo dijo aquel que se fue un día azul  ligero de equipaje a morir trasterrado.

A ti, Pascual feliz, humilde y acorolado como las rosas únicas -que nos ofertan su olor con la cabeza inclinada, con el tallo doblado-, dedico este que es un panegírico debido a tu memoria perdurable por todo lo que me has acompañado a lo largo de los ríos trasversales de la vida.
Gracias, poeta, maestro, profesor. Seguiré tu senda, esa por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido como tú.
Si renaciera, volvería a contar lo mismo: techos vencidos, muros agrietados, pastor de lanas trashumante de sueños, pólvora y espadas en el corazón…porque es omnímoda la longitud de su memoria (histórica y actual).
Todo el poema es una multiplicada ola, un movimiento de vaivén arrullador y acumulador, una enumeración llevada al infinito del azar y la necesidad de contar lo vivido y sugerido por este “maestro sagitario” que lanza la flecha del verso encendido
Libro, en fin, sugerente, sensitivo, sensorial, sensual; insolente, incandescente… ,“cópula audaz” de sustantivos y verbos en los que se sustentan las interminables caravanas de ruinas que transportan el tiempo.
El CANTO FÚNEBRE se abre y cierra con unas tapas suavemente violetas en la verjurada edición de EIRENE, que destina 1 euro por ejemplar comprado a la ONG Akshy India.
Las teorías se corroboran con ejemplos. Vaya aquí uno cualquiera:
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(Leerlo al azar, tomando el libro)



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