viernes, 6 de marzo de 2015

Cinco mujeres en apuros



Por Ana Galisteo Pérez

Escenografía: Salón-despacho austero del Departamento de Igualdad  o Centro de Ayuda Individual Humana, de reciente creación. Cinco damas maduras a su servicio, como si estuvieran en una central telefónica, con los muebles y papeles imprescindibles. Un teléfono fijo gigante  en una esquina. Un búcaro de flores, algunas perchas, sillas mediovacías en torno a una mesa alargada... Algunas ya están ocupadas cuando se descorre el telón. Móviles varios desparramados por el locutorio. Ambiente desenvuelto y muy femenino. Tono coloquial  en las comunicaciones telefónicas.

Intérpretes: Viky, Nati, Raquel, Juana y Marialuisa, representantes de lo mejorcito del pueblo.

VIKY: 
Buenos días, paisanas.

NATI:
Buenos días. Llegas tarde. Te sonó el teléfono, y tú sin llegar, como siempre.

VIKY:
Parece mentira que me llames al orden, sabiendo tú todas las tareas que tengo por las mañanas, con los nietos berreando, con mi marido  en el trabajo y con el aparcamiento atascado, que es que sueño con el puto aparcamiento, imaginando a ver si encuentro un hueco.

NATI:
Sí, claro, te comprendo, pero entenderás que no se puede dar sensación de vacío en este momento tan delicado de depresión colectiva en el mundo, sí, en el mundo, afirmo, que nos daban un servicio como el que daban las iglesias hace años, sobre todo a las féminas y a los mayores y también a los adolescentes, dicho sea de paso, con sus puertas abiertas de par en par. Pero ¿qué pasó? Que vinieron  los ladrones de arte sacro y se lo llevaban todo, hasta vaciaban los cepillos, y tuvieron que cerrar a cal y cant y nos quedamos sin ese gran servicio. ¡Aquellos confesionarios todo el día atendiendo feligreses! Digan lo que digan, eran de una gran ayuda.

VIKY:
Ya, pero nos dio por ponernos modernas y ¡hala! a la Seguridad Social. ¿Usted tiene problema con los nervios? Pues ¡hala! al psicólogo. ¿Y usted de sexo? Pues al sexólogo. ¿Usted no acierta a relacionarse con sus semejantes? Pues al sociólogo. ¿Y usted no se acomoda con su pareja? Pues al Gabinete de Asuntos Matrimoniales. Eso no sirve para nada, pero da un caché que te cagas. ¡Qué manipulación, qué gastos, Dios mío! ¿Adónde vamos a llegar? 

RAQUEL:
¡Hola, buenos días, chicas. Os aseguro que el despertador no me sonó, o estaba yo muy dormida. Disculpadme el retraso. ¿Qué os contáis?

NATI:
Nada, que hay que ver la putada que nos ha hecho la Seguridad Social, que de un plumazo nos ha dejado sin médicos para causas que antes solucionaba la iglesia y ahora… ni los unos ni los otros.

RAQUEL:
Ya, pero no negarás que a nosotras nos ha venido de perlas, porque si no fuera por eso, estaríamos pidiendo por las esquinas y yendo a Cáritas a por alimentos. Esto que hacemos no es de nuestro gusto, pero al menos no se nos ve la cara. 
Y hablando de cara ¿les habéis visto la cara a los enfermos de hepatitis C? ¡Pobrecillos, con las medicinas por las nubes, que no las pueden pagar! Porque pedir comida será bochornoso, pero pedir medicamentos y que no se los den, es mucho más grave, maldita sea.

JUANI:
¿Qué hay, chavalas?, ¿qué tal?, ¿cómo va el negocio?

NATI:
¡Vaya! Ya sabes que por la mañana no hay mucho jaleo, y sin embargo tenemos que estar al tanto por si las moscas. Es por la tarde cuando esperamos que se quemen las líneas del teléfono. 

(Todas miran al cielo y musitan “así sea”)

JUANI:
Más nos vale, porque si no, nos vamos a tener que quitar el hambre a  martillazos. (Suena el móvil: rin rin rin… y lo coge). Sí, sí. Buenos días. Dígame. Habla usted con el Centro de Ayuda Individual Humana, que le echamos una mano porque nos da la gana. Diga, dígame. Sí, caballero. Le comprendo, por supuesto. ¿Qué quiere saber? ¡Ah, sí, sí. bien! Cuénteme. O sea que su mujer se le ha ido a Benidorm y que no quiere volver. ¿Y cómo se llama usted? ¿Manuel? Muy bien. ¿Y de dónde es? Vale, vale, apunto: de Guadalquivir de la Sierra. Acabáramos, que ella no necesita su dinero, que tiene su paga y más grande que la de usted.  Pues entonces no sé dónde está el problema, señor del Guadalquivir de la Sierra. Simplemente su señora se ha desenamorado y quiere separarse.  ¡Ah….¿Qué usted sigue enamorado? Ya, ya, ya…  Pero ella qué alega para haberle dejado solo….Cuénteme cómo era usted con ella en el día a día…. ¡Bueno…bueno….! No me lo puedo creer... O sea, usted salía por la mañana a trabajar y ella quedaba en casa con los hijos, atendía a la granja, sacaba a pastar a los animales, limpiaba los establos y cada dos meses también atendía a su padre en silla de ruedas. ..Claro que usted le ayudaría al volver de su trabajo…Sí, sí… No, no…¿Qué tenía usted sus compromisos? ¿Y se puede saber de qué compromisos me habla? ¡Ah, ah, ah…! Que pasaba primero por el bar a tomar unos vinos y echaba la partida.
Entiendo, entiendo… ¿Y cuando llegaba de sus compromisos ¿era tierno con ella? Ah, que no? ¿Que a veces si se pasaba en los vinos y perdía la partida…se presentaba enfadado y le hacía levantar a calentar la cena y le pedía fiesta? ¿Y que maldita la hora que la dejó cotizar? Pues mire, amigo como se llame, de Guadalquivir  de la Sierra…¿Sabe lo que le digo? Que si ella cotizó o no cotizó, lo hizo con su trabajo, que no fue usted el que la dejó o no la dejó. Y ahora ¿qué quiere? Que vuelva para limpiarle el culo a su querido papá? Claro, ahora usted se ve cogido por los huevos, señor. Vamos, hombre, váyase usted a Paraguay y abaníquese con un pay-pay… Y ahora va el jodío y me cuelga.

UNA
¡Pero qué cara tiene!

DOS
Si yo fuera su mujer…, que me esperara sentado!

(Suena nuevamente el teléfono: rin, rin, rin…)


RAQUEL:
Buenos días, dígame. Habla usted con el Centro de Ayuda Individual. Dime, reina. Vamos a ver. Ya, ya, ya…Sí, sí, sí… Comprendo, comprendo… ¿Y dices que estaba enamorado de ti? ¿Tú estás segura? Bueno… ¡Ah, sí, sí… es una buena prueba!

TODAS:
¿Qué prueba, qué prueba?

Un momento, querida. 

(tapa el teléfono) 

¿Qué queréis saber, pesadas?

TODAS:
…¡Que cual es la prueba, que cual es la prueba…!

(Sigue ella):
Que cuando hacían el amor no tecleaba por el móvil. ¿Vale?

TODAS:
Vale, vale… Ay, sí, sí…Esa es una buena prueba.

(Volviendo con la misma)

Ah, sí, sí, es una buena prueba; también lo creo yo así, pero los genitales son muy delicados, hija. Claro, claro, y sus tacones de usted son demasiado finos, carísima. Claro, pero si a él le gustaba, usted qué iba a hacer!, usted no es culpable. Pero no se desespere, querida amiga. Probablemente cuando le den el alta en el hospital, quizá la perdone… ¿Que no lo cree? Ya, ya, normal. ¡Hombre, si reaccionó así como me dice cuando fue al hospital a visitarlo… O sea, que se arrancó la vía de los medicamentos y le tiró las botellas de suero a la cabeza?  ¡Vaya por Dios!
¿Y acertó? ¡Ah, que no acertó. Pues se libró usted de una buena. ¿Y que para quedarse más tranquila habló con los médicos? Muy bien. Eso es lo que hay que hacer. Sí, sí, sí… La entiendo. Ellos le dijeron que allí llegó con los testículos en la mano como Jesulín de Ubrique en sus mejores tiempos.
Bueno, querida, solo puedo desearle que tenga mucha suerte. Y de ahora en adelante no vuelva a utilizar tacones de aguja de ninguna clase cuando haga el amor; pero sí prendas sofisticadas, como camisones con encajes de Chantilly y braguitas de piel de ángel. Es más sensual, más humano, y no dejan rastro. Hasta siempre, amiga mía. 

TODAS: 
¡Ja, ja, ja; jo, jo, joooo! 

UNA 
¡Qué burrada! Ya lo dijo el Gallo, el torero: En este país hay gente pa tóoo.

DOS:
¡Y se creerá que la va a perdonar…!

TRES:
Si yo fuera ella, me iría corriendo a la China. O al Paraguay con el del pay-pay. (Risas nerviosas)

MARIALUISA:
¡Vaya cara que se nos ha puesto, monadas! Parece que nos ha atacado un elefante. Silencio, curiosas, que nos llaman otra vez.

 (Suena el teléfono y lo coge)

Cuente, amiga. ¿Qué es lo que la atormenta? ¡Ah, que es usted una madre desesperada. Ya, como tantas. Bueno, hija, me hago cargo, tal como está la vida, con esta crisis que no para de agobiarnos... Y dice que ha tenido gemelos, señora… Pues.. enhorabuena. Son niña y niño… ¡Fantástico! Estará usted encantada. ¿Y de qué se queja, pues? Dígame, dígame… Sí, sí, sí…ya, ya, ya… Que al ser dos las criaturas, ha tenido que pedir reducción de jornada en la empresa…, pero que, como estaban acostumbrados sus jefes a que saliera usted a las nueve de la noche, aunque su horario finalizara a las cuatro de la tarde…, ahora resulta que, teniendo usted que salir a las dos, sale a las cuatro, con lo que sigue perdiendo y  mermando su salario, porque al fin y al cabo, hace también ocho horas. Pues eso no puede ser, eso es un abuso; le repito: denúncielos. Está usted en su derecho.
Ya, ya, pero me dicen que si me hacen un despido procedente, no cobraría ni el paro. Ya, ya, sí, sí…Pero eso es una putada. No lo consienta.
Y a todo esto ¿qué le aconseja su esposo o pareja? ¿Cómo lo ve él? ¿Cómo? ¿Qué dice? ¡Encima le dice que debe comprender a la empresa, que pienses como empresa y así lo entendería!? Pero eso no se lo puedes tolerar, por muy esposo que sea. Ni a la empresa tampoco, claro… Que sí, que sí. Que yo a usted la comprendo también, pero me añade usted que ha luchado varios años por ese empleo y que aún no se ha resarcido monetariamente de lo que a sus padres les costó formarla en la universidad…, que si un máster por aquí, que si aprendizaje del inglés en Inglaterra por allá, y que si otros muchos gastos… ¿Entonces, qué, hija? No lo entiendo, de verdad. Defiende tus derechos, corcho. 
¿Sabes lo que te digo? Que mandes a la mierda a tu querida empresa y a tu querido marido, qué coño. Sí, hija, sí. Sí, hija, sí.
¿Qué no puedes hacer otra cosa, que no tienes más remedio que aceptar para dar de comer y vestir a tus dos criaturas? Pues …¡aguanta! Y que Dios te bendiga, que bien lo necesitas, pues te hace falta. Pero lo que abusan contigo no tiene ni nombre, no tiene nombre... Y esa injusticia me subleva. 

(Cuelga. Dirigiéndose ahora a sus compañeras) 
¡Pero estos desgraciados empresarios ¿qué se piensan? ¿Quién les va a pagar las pensiones a estas madres desesperadas de hoy? Contestadme, por favor, que parece que estáis en la inopia?

UNA:
¡Ah…! ¿Ahora te das cuenta tú?... ¿Y qué te vamos a decir, listilla?

DOS:
¡Ah, que esto no era para tanto, ¿verdad?

TRES:
Pues toma, toma y toma… Ahí te quería ver yo, en la línea de las mujeres desesperadas, para que veas lo que hacen con nosotras. Y si son mujeres solteras…ya ni te cuento.

(Vuelve a sonar el teléfono: rin, rin, rin…)

JUANI:
Habla usted con el Centro de Atención Individual Humana, que le ayudamos porque nos da la gana. Dígame, dígame. Sí, sí, la escucho. Quiere usted conectar con papá y mamá. ¿Motivo?...Ya, ya, ya… Sí, sí, sí… La comprendo. O sea, que está usted buscando las joyas de sus padres y no las encuentra. Un momento, un momento, a ver si consigo conectar con ellos… No siempre los espíritus están preparados… Un momento, un momento… Sí, sí, veo, veo, veo a una señora mayor con el cabello blanco, elegante ella, y vestida de blanco también. Y veo a un caballero con grandes entradas, frente despejada, canoso y bien parecido… ¿Cómo? ¿Qué me dice? ¡No me lo puedo creer! ¿Que su padre no es ese porque su padre era completamente calvo…? Ya, ya. Bueno, bueno, bueno… De más joven tendría pelo, digo yo, y a lo mejor…era negro. ¡Ah…¿qué no…? Ya, pues entonces será el padre de su madre. ¿Qué? ¿Que tampoco? ¿Qué su madre era adoptada y de padre desconocido…? Bueno, a lo que vamos: Usted quiere saber dónde están esas joyas. Entonces, preguntamos a mamá ¿le parece? ¿Qué mamá murió primero y que quien guardaba las joyas era papá? Ya, ya, ya…Espere… que parece que mamá se quiere acercar y contestar… Usted tiene hermanos ¿verdad? Y un hermano suyo está casado ¿noooo?  Pregunto. Sí, sí… Ahora entiendo… Por lo que me comunica esta gran señora, (su madre al parecer, vestida de blanco, etc, etc)…las joyas estaban en una caja de madera en el armario de su padre…, una caja tallada, con incrustaciones de nácar,. ¡Ah, ¿que ahora mismo va a comprobarlo?… ¡Vaya, vaya tranquila! Yo espero, sí, espero. Anda, hija, que te va a salir la llamada por un pico… ¿Ha vuelto ya? Dígame, dígame…O sea, que la caja está vacía, vaya por Dios. Atenta, oiga, espere, espere, que parece que su mamá quiere comunicarse otra vez.  Me dice mamá que denuncie usted a la bruja de su cuñada, que es la que ha dejado la caja limpia. Gracias, querida, por utilizar nuestros servicios. Y que prospere su demanda, porque la va a demandar, ¿verdad…? Acaba usted de conectar con la empresa de Atención Individual Humana más seria del mundo, en conexión incluso con el Más Allá. Que le acompañe la suerte.

VIKY:
¡Tienes una guasa y un morro…!

RAQUEL:
Yo es que me meaba escuchándote, chica. ¡Con qué labia y soltura sales de todos los trances telefónicos! Dejas boba a la gente.

(Nueva llamada: rin, rin, rin…)

MARÍA LUISA:
Cógelo tú, Viky, que es la línea caliente y esa se te da a ti mejor que a ninguna.

VIKY: (Con voz muy melosa)
¡Hooooooolaaaa! Habla usted con la línea caliente del Gabinete de Ayuda Individual…para Hombres y Mujeres en general… de Guadalquivir de la Sierra. Coste de la llamada: dos Euros por segundo… No se retire, y recuerde que ayudamos porque somos humanos.
Dime, dime, nene, ¿en qué puedo… (con retintín) apo…yarte?   ¡Huuuy…qué pillín eres! Anda, tonto, ya quisieras tú saber lo que me pongo para dormir…¡Pues un lexatín!
¡Cómo que estoy un poco sosa! Ya, ya. Pero es que yo soy así, hijo: so-si-ta.
¿Qué si me encuentro caliente? Pues anda que no estoy caliente. Tengo puesto un chándal del mercadillo, que es de pura fibra. Otra cosa es que,  a las cuatro horas , el cuerpo me huela a pescado pocho, pero calor, lo que se dice calor… me da. Y mucho, muchísimo…  Y también llevo una bata del Pirineo. ¿Te parece que no es para estar caliente, pedazo de alcornoque, gilipollas, guarro?

UNA:
Anda, cuelga.
(Ella no le hace caso y sigue hablando)

¿Que usted  no se refería a ese calor sino a la tensión de su sexo? ¡Pues váyase usted a segar y verá como se le baja la tensión…echando leches…!

(Corta, enfadada, la comunicación)

OTRA:
IRRESPONSABLE. Eres una irresponsable. Te acabas de cargar la línea que más dividendos nos producía. Has pegado una patada a la cesta de la compra de cinco familias. Ahora ¿de qué vamos a comer? Dinos tú.

LA MISMA:
Nada, hijas. Es que no puedo, es que se me va la olla cuando oigo a esos gilipollos contándome sus deseos obscenos. Me dan ganas de vomitar oyéndoles, y aunque os parezca mentira, a través de la línea me huele a sudor reconcentrado, a traición, vamos, a vicio.
Estoy segura que esos tíos tendrán mujeres tan estupendas como nosotras y con nuestros mismos problemas, y sé que se gastan diez o doce euros al día en estas líneas cochinas… ¡Diez o doce euros, por lo menos! Con eso podrían comprarse un pollo, una caja de leche de oferta, barras de pan…¡qué sé yo, algo útil y necesario!
Que sí, que se me ha ido la olla. Yo creía que podría atenderlos a todos, pero no puedo, no puedo, no puedo…. ¡¡No he podido, jodeeer!!

TODAS: (cariacontecidas)
Olvídalo. No pasa nada, mujer. No llores. Quitaremos esa línea caliente que tanto nos repugna a todas. Y ya está.

RAQUEL: (vivaracha)
Bueno, y ahora ¿qué hacemos, compañeras?

JUANI:
Basta ya de trabajar.

(Se levantan, apagan las luces del despacho y se van entonando esta canción:)
TODAS:
Mujeres somos
y a mucha honra.
Nunca más hombres
a nuestra costa.
Porompompom,
adiós la sumisión,
adiós la sumisión
adiós la sumisión…


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