miércoles, 10 de octubre de 2012

HOMBRES Y MUJERES DE LA PAZ A LA GUERRA

La mujer es la más estimable, asimilable, ensamblable y computable persona adicta con el hombre que quiere cuando ella se deja hacer y querer al sentirse seducida por no se sabe qué, acaso por su musculatura, acaso por su potencia intelectual más que sexual, acaso por su cariñoso acercamiento, acaso porque la bolsa (que es la vida asegurada) suena din - don, ya que poderoso caballero es el dinero, según Quevedo y otros más que a diario veo. Sea así, pues le conviene a ella. Dicho queda. Aunque no lo apruebe en su totalidad.

Esto que cuento lo he observado, sufrido y gozado en multitud de ocasiones y en primera persona. O sea, que escribo de lo que he apreciado y  experimentado en carne y hueso, más carne que hueso, claro, porque la carne es débil.

Si me gustaba un vino, a ella también, y empinaba el vaso más que yo. Si me agradaba un paisaje, ella iba detrás del paisaje conmigo. Si me encandilaba un libro, no paraba de leerlo, quitármelo de las manos y repasarlo con más ansia que yo, porque le parecía excelente. Así dan gusto las cosas en pareja.

Lo malo es cuando se cambian las tornas, y uno u otra se sacian antes del tiempo convenible de permanecer juntos . Entonces todo es odio, un odio y una tortura carnívoros, insufribles, callados, subterráneos, bajos-bajos por el bajo vientre que ha dejado de funcionar por falta de cariño y atracción. Y por otros detalles más.

Lo está padeciendo ahora mismo un hijo mío, que no acierta a cómo contentar a la dama de sus amores...de antes. Y ella anda de psicólogo en psicólogo, ensimismada en su soledad esteril. Payasos tristes los dos, riendo una gracia que no se sostiene.

Y lo más triste del suceso entrevenido es que bajo ambos cónyuges anidan en la misma casa dos preciosas criaturas o pajarillos de 2 y 4 años que no tomaro ni arte ni parte en el asunto secesionista y sedicioso de ellos solos y se van a ver, sin querer, desamparados, aunque se les pase una pensión vestuaria y alimenticia que no alimentará ni vestirá jamás su alma.

Yo creo en la pareja avenida, pero la pareja rota no cree en mí.

Ahora, que me pongan a caer de un burro -el burro que debo de ser por decir lo que digo- los machistas ...y las feministas inconsecuentes.




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