martes, 7 de agosto de 2012

A SAN JUAN DE LA CRUZ EN SU CARMELO SEGOVIANO SOLITARIO


¿Por qué digo esto? Porque es una traición a la historia, a la iglesia y a la belleza inconsútil de su poesía el olvido en el que lo mantiene la ciudad de Segovia, que se vanagloria de ser Patrimonio de la Humanidad, y lo es, precisamente, por conservar su tumba entre otras altas cimas de consideración y admiración universal, como el acueducto romano, el alcázar medieval-renacentista, la iglesia templaria dodecagonal de la Santa Cruz, el monasterio mudéjar de San Antonio el Real, el Parral de los antiguos Cartujos silenciosos o la Dama de las catedrales sombreando con sus altivas ojivas y gárgolas la Plaza Mayor de su templete musical. 


Por favor, autoridades, haced algo más por su divulgación universal. Por la de San Juan de la Cruz, momia viviente del Carmelo de la Fuencisla, digo. Os lo agradecerán las buenas gentes paisanas, los amantes de la poesía, los religiosos convictos y confesos, los viajeros culturales y los turistas transitorios, que a veces no saben ni a lo que van, pero que si lo encuentran se entregan en cuerpo y alma a ello.


Segovia es algo más que figones, bares y mesones de cochinillo, cordero y verduras de la huerta. Es un monumento monumental toda ella, ceñida por el Eresma y el Clamores en sones de agua que corre, pasa y sueña como en los versos fluidos de Antonio Machado, andaluz que nos quiso y nos habitó y enseñó en versos y aforismos para más señas.


Si yo fuera alguien con otro poder mayor que el de mi pluma volandera al viento de las ondas digitales, ya lo habría puesto (al Carmelo de  San Juan de la Cruz, no os distraigas) en la cresta de la ola del turismo exquisito y cultural, que es más abundante del que se cree. Pero soy Nadie, como dicen que así se autollamó Ulises, el corredor de fondo de los mares al más allá de la Magna Grecia isleña, al que adoro como viajero experimental.


Y Penélope esperándole tejiendo sueños con linos, como nosotros ahora mismo, que esperamos que despierten las Oficinas de Turismo de Segovia y salgan de su ignorancia o de su pertinaz enrrocamiento en lo superconocido, reconocido y transitado, sin querer promocionar nada más.


¡Oh, Segovia, madrastra de tus propios hijos e Ifigenia dilapidadora de tus amantes, cambia y modernízate! 

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