Forgesmanía

Está ya naciendo
la forgesmanía
apenas ha muerto
Forges hace un día,
ese Antonio Fraguas
que con valentía
guiñoles trazaba,
guiñoles hacía,
como adivinanzas,
como greguerías,
mezclándose en tintas
de luz y alegría
con sus dibujitos
o calcografías
de la sociedad
de la hipocresía,
la propia española
que con él lucía
y nos retrataba,
ay, a sangre fría,
en diálogos cortos
sin palabrería...
Blasas y Blasillos
con tino expandía
por el papel blanco
con tipografía
negra, campechana
o cuatricomía
sin darse importancia,
sin darse valía
¡Qué arrojo tan llano
y qué españolía!,
como para auparla
siempre en compañía
porque eran su sombra,
la tuya y la mía,
que detrás del signo
o caligrafía,
(grotescos los dos)
se nos imponían
como una advertencia
de vieja hidalguía,
aquella que fuera
de caballería
ejemplo notable
a la luz del día
por la inmensa red
de la geografía
en la que el sol de oro
nunca se ponía.
Forgendros, Dios mío,
y qué puntería
la de sus dibujos,
la de sus grafías.
Fotografiadas
quedan las manías
de un tiempo, una raza
y unas gentes mías.
No nos dejas, Forges.
Ni falta que haría.

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