lunes, 19 de junio de 2017

Pregones, pregoneros, público y autoridades

España, en el verano más que nada, es un plató jaranero, una plaza de pueblo rebosante,  un coso de toros vibrante, una inmensa playa caliente, una  pista de baile, un tobogán de emociones…  Se celebran las fiestas patronales y todo es un ir y venir de acá para allá, un embarcarse en barcos, coches, autobuses y aviones, un no parar de cantar y bailar, de beber y comer, de procesionar y de tirar cohetes. Exulta la gente, reluce el sol, vacacionan los niños y maestros, se enseñan las mujeres, se ponen pantalones cortos los hombres barbados y no barbados, el mundo entero cambia de piel, de traje y de cara, para mejor; hay que salir de casa, hay que inundar las piscinas, hay que gozar del día a día, hay que mezclarse con el prójimo y el vecino, hay que afanarse…  en no trabajar. Y entonces surgen los pregoneros. Cada ciudad, cada pueblo, cada villa, barrio o aldea nombra su pregonero particular para que dé principio y marcha y marchamo al jolgorio comunal.
 
¿Y qué es un pregonero? Un pregonero es el altavoz de las excelencias locales en industria, agricultura, comercio, en hospitalidad y creatividad, en ingenio y bellas artes, en toda suerte de trabajos, labores y aficiones.

El Pregón no es una conferencia, no es una plática ni un mitin ni un sermón, no es una lección de geografía o historia o las dos juntas, no es una exhibición de cultura popular ni exquisita, pero es todo eso resumido, concretado, adocenado y expuesto de golpe y con tino. Nunca ha de resultar pesado, farragoso, discursivo, insolente, pretencioso o superior. Diez minutos le bastan al buen Pregonador para enardecer al personal y auparse a hombros de los mozos entre aplausos.

El Pregón debe ir directo al corazón antes que a la cabeza, y por eso ha de llevar  ritmo, rima y armonía. La estrofa que mejor lo define y expresa es el romance, pero puede componerse en quintillas, sextillas, décimas o coplas a la manera de los juglares antiguos que surgían del pueblo y al pueblo se dirigían y le hablaban en su propio lenguaje con pizcas de humor, candor y sensibilidad.

Cuídese la megafonía, escúchese en silencio, interrúmpase con breves palmas (si las merece) y déjesele al voceador respirar con holgura y satisfacción, con una botella de agua en el estrado o en el balcón del Ayuntamiento, servida por los concejales o el jefe o la jefa de protocolo.

El Pregón es más bien un brindis, un himno, una incitación a la fiesta, un aldabonazo a la vecindad, resuelto con voz gallarda y entonación insinuante como las olas del mar.

El pregón debe suscitar la curiosidad del público asistente, animar a abrazarse y a sentirse agradecidos a la vida (“que nos ha dado tanto”). El Pregón es un grito de alegría, una explosión de felicidad, un redoble de gargantas ufanas y compañeras, con “vivas” entrañables al lugar al que a uno le invitan.

He pregonado toda mi vida desde que en Cozuelos de Fuentidueña anunciaba por las esquinas los productos del “ultramarinos” de mis padres, y lo he hecho en Segovia, Madrid, Barcarrota, Santamaría la Real de Nieva, Fuentesoto, Cantalejo, Braojos, La Acebeda, Guadalix… , cantando y ensalzando sus fiestas y ferias libreras, artesanas y patronales.

He pregonado a Vírgenes, mártires y santos. He pregonado a San Roque, San Miguel, San Nicolás, el Corpus, la Asunción… He pregonado hasta a Dios Nuestro Señor. Y he escrito letras poéticas a Loles León, María Luisa Seco, Norma Duval y otras artistas de bandera. Normalmente les pagaron a ellas más que a mí, pero no me importó. Casi todos mis pregones han sido pronunciados “gratis et amore”. 

Ahora me espera el municipio segoviano de Basardilla para celebrar a San Bartolomé el 24 de agosto. Allí os espero a todos, los residentes continuos y los foráneos  circunstanciales.

91 8470225

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