domingo, 10 de enero de 2016

Silencio, que se habla demasiado

Aquel escritor amado
que no olvidaré jamás,
(y no citaré su nombre
por dignidad liberal)
con sensatez manifiesta
por los hurtos de la edad,
se fue encerrando en sí mismo
en un silencio glacial,
de modo que ni sus próximos
lograban hacerle hablar.
 

¿Para qué, si estaba al cabo
de la inmensa vacuidad
que ocupa el orbe terrestre
y aún acaso el Más Allá?
Escribir sí que escribía
con rigorismo habitual,
sumergiéndose en su propia
e imponente soledad
y encarándose al papel
y a la red real-virtual,
a los que les preguntaba:
 

La verdad ¿dónde andará?
Murió de pena y pobreza,
pues no la pudo encontrar.
Yo tampoco. ¿Qué queréis?
Ella se da o no se da.

Pero me enseñó a aprender
algo más que a los demás.
Hoy soy la imagen de aquel
maestrillo existencial.
Es mejor ser uno mismo,
es mejor callar que hablar.
Disculpadme, me hallo fuera
del discurso zorro audaz.

Prefiero un muerto viviente
a un “vivo” de este lugar
que no suelta por la boca
más que su tontez total.
A quien vaya el epigrama
él solito lo sabrá.

a.sotopa@hotmail.com
918470225

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