de solaz
esparcimiento
en ir del
canario Iriarte
al alavés
Samaniego,
y de fábulas
maestras
paso hasta
“el Jardín de Venus”,
poemario en
que Cupido
nos muestra mil
desenfrenos.
Bien acompañado
me hallo
de curas,
monjas en celo,
goliardos y
goliardesas
enardeciendo
sus miembros
a las bravas
de la carne
que les
propulsa el deseo.
Yo no puedo
introduciros
en ese
vergel inmenso,
pues mi
recato es notable,
pero dulces
himeneos
y enseñanzas
divertidas
os
encontraréis leyéndolo.
Me imanta
Tomás Iriarte
por sus
retratos soberbios
de literatos
hinchados
tanto en
prosa como en verso,
pero
prefiero al que a imagen
y semejanza
de Fedro,
Lafontaine o
el griego Esopo
nos enreda,
describiendo
a los brutos
animales
como humanos
con defectos
y virtudes
parecidos
a los que
todos tenemos.
No digo más ¿Entendido?
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