viernes, 29 de noviembre de 2019

Habladurías monorrimadas




 Escribe Alfonso Ussía
de “habladurrías”
que coinciden con las mías
de cada día
en su Razón certera y fría,
y aquí están ellas, señoría
lectora de mis pobres poesías,
que en otros medios, caligrafías y ortografías
copio por su osadía
contra tíos y tías
que no saben de alegrías
y le siguen a porfía
como al cura le sigue su feligresía
diga lo que diga a sangre fría
y pía que pía.
Madre mía, madre mía,
se acabó mi impiadosa poesía.
Que te sirva de ejemplo yo querría.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Don nadie


Yo en mi aldea soy Don Nadie.
Solo me saluda el aire
que conmigo se distrae.

Norte, Sur, Este y Oeste,
cada cual con sus vaivenes
me conviene y me entretiene.

Unos y otros son rimados
por mi pluma sin candados
de complejos oxidados.

¿Entendiste algo, lector
de mis renglones de humor
en los que derrocho amor?

Da igual que no o que sí.
El entendimiento al fin
para nada ha de servir.

Tente firme en tus acciones,
ideas y convicciones
siendo uno entre millones.

Y luego veremos quién,
quién de todos mejor es
si es que se mantiene en pie.

Lecciones, ¿pides lecciones?
Pues son equivocaciones,
que no son dones.

Por eso yo no las doy,
que me dejen como estoy
hoy, hoy, hoy.

martes, 26 de noviembre de 2019

Los recuerdos perdidos


Cuando se acerca uno a la vejez,
todo es volver a recordar
los paisajes de la niñez
que nos hicieron reír y llorar.

Yo volví ayer
a mi casa natal
y el pueblo que me vio nacer
ya no es igual.

Lo que creí que era un vergel
ahora es cemento nada más;
no queda sitio en él
para jugar.

Los malvarreales que planté
pegados a la casa en el umbral
se marchitaron sin oler
y sin abejas de miel dar.

Tampoco estaba el buche terco y fiel
al que mi padre uncía al barandal
del carro en que pintó un amanecer
en el toldo abombado, saliendo del corral.

Ni estaban la colodra ni el fardel
para nos alimentar
cuando al campo de trigos y cebadas a granel
nos entregábamos para segar.

¿Y adónde el niño fue,
el niño azul de aquel hogar,
en el que alpineaba carricoches de papel
desde su tierna y corta edad?

No lo sé, no lo sé;
no lo logré encontrar.
Si es que aún existe, le digo: “Ven,
entra en mi casa sin llamar”.


918470225

viernes, 22 de noviembre de 2019

Taller de escritura



Durante varios cursos
en Alcobendas
dirigí un seminario
de escritura en prensa
al que acudían solo
una docena
de aprendices destinados
a ser “plumillas” llenas
de sensatez, reptitud
e inteligencia.
¿Qué fue de ellos?
Se los comió la tierra,
hoy esparcidos
por donde Dios quiera  o quisiera.
Yo no sé nada
del uso de la Lengua
que con su boca y pluma
al fin hicieran.
Tan rápido es el tiempo,
tan lejos nos aleja,
que apenas si soy yo
el único que queda,
más viejo que ellos mismos,
con la crónica enhiesta
sobre lo que nos pasa
y lo que nos espera.
¡Ay taller de escritura
de la ciudad de Alcobendas,
no sé si volverás
a ser la quintaesencia
del periodismo puro
de una época postrera
a la que a mí me subyugara
y a ti te pluguiera!
Escribir, cómo no,
es una larga paciencia
en la que confluyen
temas y maneras.
Apréndanlo aquellos
que con nuevos maestros recomienzan
a ser o no ser
periodistas a conciencia.
¿Eres tú ya uno de ellos?
Dios consigo te tenga,
porque necesitamos
tu opinión certera
en este caudaloso
mar de noticias nuevas y verdaderas.

918470225

jueves, 21 de noviembre de 2019

Mi niño sueña

Al niño aquel que fui
dedico este poema.
¿Se acordará de mí?
¿No, nooo? ¡Qué pena, penita, pena!
Yo de él sí que me acuerdo, sí.
Jugábamos en la arena,
cazábamos colibrís,
portábamos en las venas
pura sangre de rubí
corriendo en horas serenas
lo mismo que corre el pis
y soñábamos quimeras
con un ánimo febril
por unirnos con las nenas
de nuestro mismo pensil,
que florecía en las eras
del rememorado abril.
¿Adónde fue la era aquella?
Yo no sabría decir
por qué se perdió, si ella
me sugestionaba a mí
como una dulce doncella
de carrillos carmesí.
¿Volveré algún día a verla?
Ojalá que sea así.
Entonces será mi estrella,
entonces seré feliz.
Mi niño sueña que sueña…
Dejadle que sueñe, ay, sí.
918470225

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Los golpes bajos de la vida




Estaba yo un día triste,
tan triste como alelado,
cuando me vino a las mientes
por qué ese día macabro
no me quitaba de encima
semejante golpe bajo
que me dejaba aturdido
sin el control necesario,
componiendo un poemilla
—poemilla o poemazo—
que me quitara la pena
que ya me estaba embargando…,
y empecé a escribir deprisa
—deprisa, que no despacio—
este que aquí mismo expongo
sin que me cueste trabajo
y que me ayudó a vencer
la acedía y el desgarro
que me habían convertido
en un muñeco de trapo
a vaivén  de los pesares
y de los estados de ánimo,
librándome al fin de humores
penosos, vagos y aciagos.
En resumen, que me encuentro
limpio  de todo cuidado
y más alegre que un mono
y más piante que un pájaro
y más luciente que un pez
y más juguetón que un gato
con un ovillo redondo
rodando, siempre rodando…
y más paciente que un búho
y más fuerte que un caballo,
un toro, un caimán, un búfalo
o un cocodrilo dentado
que por el Nilo se escurre
taimado, siempre taimado,
a la espera de una presa
descuidada en el yerbajo.
Tomen ejemplo los débiles,
los pobres,  los apocados,
los tiquismiquis, los bobos,
los descontentos a saldo,
los perezosos, los tímidos,
los cobardes, los tarados,
los zopencos y engreídos,
los payasos y los cuáqueros.
La vida tiene estos golpes
—muchas veces golpes bajos—
y habrá que enfrentarse a ellos
para siempre superarlos.
¿Qué más da que el frío invierno
nos hiele los pies y manos
o que el Rey sol nos desnude
por las playas en verano
si es que también hay otoños
de árboles amarronados
y primaveras florícolas
en suaves y amenos prados?
¿Qué más o menos nos dan
las montañas o los páramos,
los valles o las praderas,
los ríos o los barrancos,
los desiertos arenosos,
los poderosos pantanos,
las marismas humedales,
los campos abandonados…
o los días con sus noches,
los glaciares y los lagos?
¿Para qué la voluntad,
para qué la fuerza de ánimo,
para qué el tiempo, ese cíclope,
sino para reafirmarlos
y estar a disposición
de lo que disponga el Hado?
Sólo le pido a la vida,
que me mantiene de encargo
de un Dios pleno, omnipotente,
magnánimo y soberano,
que me deje como estoy
cumpliendo años y más años
y escribiendo a todas horas
sin hacerle a nadie daño.
En consecuencia, señores
que me leéis a diario,
forjaros igual que el hierro
en la fragua de Vulcano,
sed un volcán como el Etna,
volad como un aeroplano,
tomad las riendas del cuerpo,
razonad con temple claro,
huid del vicio herrumbroso,
tened el alma en las manos,
embridad los sentimientos,
gozad en paz del trabajo,
liberaros de las penas,
la abulia y sus golpes bajos.
Entonces tendréis mi estima,
entonces seréis colmados,
entonces, válgame Dios,
entonces os diré: ¡”Bravos”!        



918470225

martes, 19 de noviembre de 2019

Romance amoroso en O-O


Al término de la vida,
qué tristeza y qué alborozo
posan en mi corazón
rimando un romance en O-O.
Ambas emociones surgen
como del fondo de un pozo
y me apresto a registrarlas
con espíritu animoso
para que brillen a tope
los tiempos en que fui otro,
otro más tierno y sensible,
más profundo y candoroso.
Bellos son los re-encuentros,
bellos también los rastrojos
de aquellos versos sonantes
de mis verdes años mozos,
cuando en Granada leía
a la sombra de los chopos
y luego escribía a solas
imitaciones de tropos
de Góngora y Garcilaso,
de Lope, filón de oro,
de Quevedo y de Zorrilla,
mezclados codo con codo
con Calderón de la Barca
y su Segismundo a modo
de un rey encerrado en un
tristísimo calabozo.
Yo era ese rey padeciente
con lágrimas en los ojos,
pero a la vez era Sísifo
con un pedrusco en el lomo,
que no lograba subir
adonde estaban los otros,
los muy amados poetas
que me incitaban a coro:
“ven, ven, que la altura es bella,
tú puedes como nosotros
desasirte de torturas
y emborracharte de gozos
juntando esfuerzo y talento
ante cualesquiera escollo”.
Les hice caso y subí
las gradas y grados todos
de la enseñanza de entonces
con la pujanza de un toro
y en el Insti “Padre Suárez”
me gradué en latín y en otros
idiomas, como el francés,
tanmolieresco y eufónico
que me ha servido hasta hoy
como báculo precioso
para recorrer el mundo
desde el uno al otro polo,
con un boli en diestra mano
y sus poemas a bordo.
Mi senectud los evoca
y los recita a manojos
en las aulas, con los niños
repitiéndolos a coro,
cual si fueran papagayos
de un bosque de tomo y lomo,
pues el árbol de la Lengua,
que es un árbol muy frondoso,
resuena en ellos y brilla
la emoción entre unos chorros
de luz que doran el alma
llenándola de reposo.
Hoy que vuelvo a recordar
trozos y trozos y trozos
de aquellos lindos romances
—muchos de ellos, ¡ay!, anónimos—
se convierten en columnas
de un palacio deleitoso
en el que he morado a gusto
como un jeque o emir moro.
Y aquí se acaba la historia
de mi romance amoroso.
Ojalá sirva de ejemplo
para estos tiempos de acoso
a la ninfa Poesía…
haberme comido el coco.

918470225