tan triste
como alelado,
cuando me
vino a las mientes
por qué ese
día macabro
no me
quitaba de encima
semejante
golpe bajo
que me
dejaba aturdido
sin el
control necesario,
componiendo
un poemilla
—poemilla o
poemazo—
que me
quitara la pena
que ya me
estaba embargando…,
y empecé a
escribir deprisa
—deprisa,
que no despacio—
este que
aquí mismo expongo
sin que me
cueste trabajo
y que me
ayudó a vencer
la acedía y
el desgarro
que me habían
convertido
en un muñeco
de trapo
a
vaivén de los pesares
y de los
estados de ánimo,
librándome
al fin de humores
penosos,
vagos y aciagos.
En resumen,
que me encuentro
limpio de todo cuidado
y más alegre
que un mono
y más piante
que un pájaro
y más
luciente que un pez
y más
juguetón que un gato
con un
ovillo redondo
rodando,
siempre rodando…
y más
paciente que un búho
y más fuerte
que un caballo,
un toro, un
caimán, un búfalo
o un
cocodrilo dentado
que por el
Nilo se escurre
taimado,
siempre taimado,
a la espera
de una presa
descuidada
en el yerbajo.
Tomen
ejemplo los débiles,
los
pobres, los apocados,
los
tiquismiquis, los bobos,
los
descontentos a saldo,
los
perezosos, los tímidos,
los
cobardes, los tarados,
los zopencos
y engreídos,
los payasos
y los cuáqueros.
La vida
tiene estos golpes
—muchas
veces golpes bajos—
y habrá que
enfrentarse a ellos
para siempre
superarlos.
¿Qué más da
que el frío invierno
nos hiele
los pies y manos
o que el Rey
sol nos desnude
por las
playas en verano
si es que
también hay otoños
de árboles
amarronados
y primaveras
florícolas
en suaves y
amenos prados?
¿Qué más o
menos nos dan
las montañas
o los páramos,
los valles o
las praderas,
los ríos o
los barrancos,
los
desiertos arenosos,
los
poderosos pantanos,
las marismas
humedales,
los campos
abandonados…
o los días
con sus noches,
los
glaciares y los lagos?
¿Para qué la
voluntad,
para qué la
fuerza de ánimo,
para qué el
tiempo, ese cíclope,
sino para
reafirmarlos
y estar a
disposición
de lo que
disponga el Hado?
Sólo le pido
a la vida,
que me
mantiene de encargo
de un Dios
pleno, omnipotente,
magnánimo y
soberano,
que me deje
como estoy
cumpliendo
años y más años
y
escribiendo a todas horas
sin hacerle
a nadie daño.
En
consecuencia, señores
que me leéis
a diario,
forjaros
igual que el hierro
en la fragua
de Vulcano,
sed un
volcán como el Etna,
volad como
un aeroplano,
tomad las
riendas del cuerpo,
razonad con
temple claro,
huid del
vicio herrumbroso,
tened el
alma en las manos,
embridad los
sentimientos,
gozad en paz
del trabajo,
liberaros de
las penas,
la abulia y
sus golpes bajos.
Entonces
tendréis mi estima,
entonces
seréis colmados,
entonces,
válgame Dios,
entonces os diré: ¡”Bravos”!
918470225
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