miércoles, 13 de noviembre de 2019

Loa del poeta Octavio Uña

Es Octavio Uña Juárez
un poeta probo y sabio
al que el Ateneo emérito
de Madrid ha homenajeado,
presentando en tres volúmes
los poemas acuñados
por sus amigas y amigos
al cumplir los setenta años
y jubilarse a ese tiempo
del claustro universitario.
La compilación ha sido
obra del doctor Lazcano,
editor tan generoso
como agustino probado,
y allí estábamos con este
y el Octavio zamorano
tantos hombres y mujeres
que el recuento sería largo,
así que me ceñiré
a nombrar los más cercanos:
Maricruz, Manolo Míguez,
—de El Escorial buenos amos—
Julia Sáez Angulo, OPUS,
Kianvu Tamo, catedrático,
Redondo Hermida, fiscal,
López-Navia don Santiago,
correctores de Sial
y una centuria de bardos.
Como la uña a la carne
todos allí nos juntamos,
luego en La Cacharrería
brindamos, la copa en alto,
por el vate gran polígrafo
y místico redomado
al estilo del San Juan
de la Cruz más encumbrado.
En el uso de la Lengua,
que en realidad es un árbol,
pocas ramas más floridas
que las de este castellano
que se ensimisma gozoso
poniéndole negro al blanco
desde Zamora a Madrid
y desde la cima al llano
como hicieron sus Maestros
Dámaso y Fernando Lázaro,
que en el lingüista Saussire
encontraron su regazo
estructural del idioma
español o castellano,
pues los dos nombres existen
para un solo intermediario
entre España y las Américas
a nuestros pechos criados.

Ya desde la su niñez
puso rosas donde cardos,
donde zarzas savia blanca,
donde juncos versos claros,
donde verde rojo al vivo,
donde linares esparto
y donde neuronas redes
de cerebro bien armado.
Argumentó la Retórica,
modeló el vocabulario,
se hizo miembro de Saussire
tendió mimbres en su almario
y después y en adelante
se colocó entre Machado
y Claudio Rodríguez, grandes
por los trigos aledaños
que en verano se alzan gráciles
con menos paja que grano.
Es Octavio Uña Juárez
testa de bronce y de mármol
que merece por sus obras
el laurel que le enrramamos,
pues que somos sus discóbulos
como él lo fuera de otrarios.
Aquí ya he dado tributo
y  aquí repartí incensario
a todos y cada uno
de sus célebres notarios
para no perder memoria
del saber que nos fue dado
por este símbolo insigne
que es un baúl encofrado
por los siglos de los siglos
dispuestos a resguardarlo.
Tente tieso, Rafael
y tente más tieso, Octavio,
ya que con los dos vosotros
estaremos a diario
los muchos que os leemos
y los muchos que os amamos.
Ateneo de Madrid,
veintiuno, calle de Prado:
 “Intellectum valde ama”
en latín se ha titulado
la prodigiosa obra magna
con que estamos disfrutando
de la mañana a la noche
todos sus seleccionados,
y es que “intensamente ama
la inteligencia” de Octavio,
que nos despachó un discurso
largo, hermoso y bien trabado,
como los de Azaña y Valle,
dos Presidentes “colgados”
de los muros del salón
de celebración del acto.
Negra y lluviosa la noche
se cerró con mil aplausos,
mientras repetía el eco:
bravo, bravo, bravo, bravo… 


918470225

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