de
“habladurrías”
que
coinciden con las mías
de cada día
en su Razón
certera y fría,
y aquí están
ellas, señoría
lectora de
mis pobres poesías,
que en otros
medios, caligrafías y ortografías
copio por su
osadía
contra tíos
y tías
que no saben
de alegrías
y le siguen
a porfía
como al cura
le sigue su feligresía
diga lo que
diga a sangre fría
y pía que
pía.
Madre mía,
madre mía,
se acabó mi
impiadosa poesía.
Que te sirva
de ejemplo yo querría.
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