lunes, 11 de noviembre de 2019

Recuerdos de niñez y juventud

Aquí os quería yo ver:
en el pueblo de mi padre
y en Fuentidueña también.
La busca de las raíces
le sienta al alma fetén.
A los abuelos y abuelas
siempre recordar debéis.
La memoria es un baúl
en el que el amor meter
y ese amor se lo ganaron
puesto que desde bebés
os cuidaron y guiaron
por la senda del querer
como ancianos venerables
por su manera de ser.
Flores de su sangre sois
que empezáis a florecer,
y daréis frutos como ellos,
frutos de sabor de miel.

En Cozuelos fue mi madre
una señora de bien
siempre, siempre trabajando
para hartarnos de comer
plátanos y chocolate,
sardinas a tutiplén,
jamón serrano, chorizo,
pollo, conejo, avecrém…
y ranas, ancas de rana,
o sea, patas y pies,
que el sacristán le pescaba
en el Cega, ciego él,
pues es un río que se hunde
en la arena pinarés
y solo de cuando en cuando
saca la cabeza a ver
los lirios y los cañizos
que pinta con su pincel
mientras discurre a sus anchas
por rocas, yesos y gres.
Y aquí en La Villa, pues villa
real de descanso fue
para el trono de Castilla,
mi madre, digo, mi madre,
no “ma-má” de otra niñez,
cargaba mostelas de uvas
y por San Blas a través
se las bajaba del monte
con el sudor de su piel.
Un día hasta una serpiente
se le enroscó, y ella que
no tenía miedo a nada…
se la despachó después.
“Al estómago”, se dijo;
solo la quitó la piel.

Aquí el buen tío Juanito
me tiraba pez tras pez
cuando yo era pequeñito
y no sabía leer.
Y yo se los recogía
porque había que comer.
Pero un día se acercaron
los civiles del cuartel
y nos quitaron diez barbos,
una anguila y un retel.
(El retel a los cangrejos
no les sienta nada bien,
pues se asfixian los moluscos
en cuanto el aire les dé).

Y aquí Rufi y Angelines,
siguiendo su parecer,
parecer del tío Juanito,
que adobes sabía hacer,
tienen un horno de adobes
pajizosos en el que
asan pequeños corderos
que no dicen más que beee, beee…
y saben a gloria pura
con un vinillo… o sin él.

Así que: Héctor, Mateo,
Pablete de Apu y Raquel,
Alba, Manolo y el resto
de los Sotos y Moneos
y ¡eh, eh, eh!, aprended,
y cuando seais mayores
ya sabréis lo que hay que hacer:
estudiar y trabajar
y buena vida tendréis.

No quiero pasar por alto
que el consejo cumpliréis;
cumplidlo cual os lo mando
y muy felices seréis.
Los consejos de los viejos
valen hasta la vejez.
Pero esa os llegará tarde.
Ahora a jugar, que también
jugando se aprende mucho;
hay que jugar, ¡qué joer!
(Perdón por la palabrota.
Con ella no me imitéis.)
Bueno, tranquilos, pesado
no es mi estilo, y lo entendéis.

¡Altos los vasos y copas,
que el cristal transparente es
y el vino, el champán o el agua
a gusto se dejan ver!
Vaya por todos nosotros
aunque no tengamos sed
este líquido elemento
que Dios nos pone a beber.
¡A la una, a las dos…
y a las tres, he dicho tres!
Por tanto, queridos míos
levántense, levántense.
A por peces y cangrejos
o a bañarse. FIN o END.

Noviembre 2019

918470225

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