Una “paquí”
y otra “pallá,
el rey del
mambo
se quiso
casar
con una
Montero
de cuentas
tomar
como
portavoza
de la
dignidad
—la suya, no
nuestra,
¡qué va!—.
Y para hacer
sitio
a quien
nacerá
de su
matrimonio
supersingular
—un par de
mellizos
rollizos ahí
van—
se ha echado
una casa
amplia por
demás,
no en
Vaciamadrid,
sí en
Galapagar,
por mirar al
Norte,
no al Sur
cabañal.
Y eso porque
puede
el Alfa
galán
pagar la
hipoteca
con el
sueldo actual
que el
Congreso unánime
generoso da
a sus
diputados,
toma, toma
ya.
Desde el
casoplón
de
Galapagar,
mirará a
Madrid
y podrá
soñar
y podrá reir
y podrá
charlar
y podrá
dormir
y podrá
jugar
y podrá leer
y podrá
escuchar
y podrá
escribir
solo en
soledad
con la
Monterita
y con nadie más.
Hay jardín,
piscina
y un ancho
solar
de metros
dos mil
para su
solaz.
Acuérdese
entonces
—que se
acordará—,
de cuando
decía,
—bla, bla,
bla, bla, blaaa…—
que el piso
de Guindos
no era de
habitar,
hiere la
conciencia,
huele mal,
muy mal…
E Irene con
Pablo,
—tanto monta
o montará—
le guiñará
el ojo
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