por Suiza
libre
la separata
Anna
Gabriel.
Ella, la
huída
de Cataluña,
morada y
cuña
de su desdén
a España,
patria
acogedora,
donde ella
tuvo
a bien nacer.
Llora e
implora
que alguien
le ayude
para pagarse
el alquiler
de un piso
humilde
y recoleto:
5.000 euros
sucios al
mes:
una minucia,
una pavada,
una
estelada,
ay, del
“prusés”.
O sea, nada
que sus
compinches
o sus
cuperos
niéguense a
hacer.
Propongo a
Ada
y Pisarello,
a Arturo
Mas,
Rufián,
Piqué,
Pilar
Rahola,
la monja
alférez,
Karme
Merchante
y TV3.
Venga, a
ayudarla,
a darle
mimos,
a
aconsejarla
por sus
traspiés.
A
amamantarla,
a
secundarla,
a
aposentarla
como a quien
es.
Porque
además
del piso
helvético,
ha de
vestirse,
ha de comer,
ha de
peinarse,
ha de ir al
cine,
ha de
ilustrarse…
y yo qué sé.
¡Pobre
ventura
o desventura
la que le
espera
a la que fue
la
desgreñada,
sobaquillada
y descarada
en haz y
envés,
musa
perversa
del 1- O
que la
persigue
por esconder
su
malicioso,
presuntuoso
y sedicioso
proceso
exprés!
Ella lo
quiso,
muy mal lo
hizo,
pero su
hechizo
sigue hoy en
pie.
Adiós,
lectores
ojeadores.
Aquí os dejo
—no es un
placer—
la canción
triste
que me ha
inspirado
de lado a
lado
la refugiada
Anna
Gabriel.
91 8470225
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