se acerca a
mí —¡qué magia!—,
me da los
“buenos días”
y se toma
una copa de cazalla.
Cada mañana
estoy sentado
a la puerta
de casa
esperando
que llegue
ese ángel de
gracia sin alas.
Me cuenta
las noticias,
me da risas
y lágrimas,
me da lo que
no tengo…
y aumenta la
autoestima que echo en falta.
Ese ángel
está al tanto
de lo queda
y lo que pasa
cuando
conmigo sueña,
cuando
conmigo habla.
No te vayas
todavía,
por favor no
te vayas,
le digo al
ángel mío
cada mañana.
Y se sienta
leyendo
y ya no dice
nada
y seguimos
los dos
rumiando las
palabras:
Por ejemplo,
amor.
Por ejemplo,
alas.
Por ejemplo,
rosa.
Por ejemplo,
gracias.
¡Ay Dios del
día
que me deje
a las puertas de la casa
para siempre
marchado,
para siempre
cerrada!
91 8470225
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