—la ciudad
del Partenón—
se ha
desatado un incendio
que no lo
para ni Dios,
aquel que en
el Sinaí
al corruptor
destruyó
por la
sangre de Caín
que llevaba
en su interior.
¿Y no eran/son caínes
los de este
enorme fogón?
Ya más de
sesenta muertos
desprenden pufoso
olor
y hasta a
doscientos heridos
la calor les
atizó
antes de
tirarse al mar
como última
salvación.
España va a
por vosotros,
a rescataros,
¡qué honor!,
y yo remojo
mi pluma
en amor y
compasión.
¡Ay Grecia,
la malherida,
la madrecita
en pavor,
la más madre
de las madres
de la total
expresión
con
Sócrates, Aristóteles
y el cabezón
de Platón!
¿Cómo poder
ayudarte,
tras recibir
lo que vos
nos diste a
todos nosotros
sin pedir
compensación?
Ojalá se
apiaden Júpiter,
Venus,
Marte, Urano y Thor.
Haremos lo
que podamos
bajo esos
dioses al sol.
La tierra
nos será leve
antes de
decir adiós.
Tranquila,
Grecia querida,
seremos tu
salvación.
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