desde la nao
colombina,
ahora gritan
los científicos
“hay agua en
Marte y hay vida”.
¿Llegaremos
hasta Allá
en una nave
expedita
para gozar
del encanto
de beber sus
aguas líquidas?
Puede que
sí, mas yo no,
pues que mi
edad es tardía
y no
dispondré de tiempo
para
emprender la partida
adonde
sueñan los hombres
y las
mujeres científicas.
Y esto me
hace que pensar:
¿Habrá una
mano divina
que haya
fabricado el mundo
con su
extensión infinita
hasta ahora
no encontrada
por más
viajes que se hacían?
Sí que ha de
haberla, aseguro.
La razón la
necesita,
la persigue
ávidamente
desde la
Mitología
que se
inventó las deidades
griegas,
romanas, egipcias,
japonesas,
chinas, árabes,
mongólicas y
vikingas…,
llamáranse
Pan, Perséfone,
Zeus,
Hermes, Afrodita,
Eros,
Dionisio, Cibeles,
Ares,
Anubis, Ilitia,
Poseidón,
Deméter, Thor,
Ra y el
Yaveh israelita,
junto con
Alá y a veces
en modo
formal de tríada
como motor
impulsor
de la existencia impulsiva
hasta hoy
que la Vía Láctea
total se nos
aproxima
tras
telescopios gigantes
a su mirada
y conquista.
Agua por
dentro y por fuera
rezuma en
olas marinas,
en lluvias y
en manantiales
y en nubes a
la deriva
de los
vientos que las llevan
y las bajan
de la cima.
Agua en
Marte ¿por qué no
si los
dioses nos la inclinan
con su
potencia suprema
que a los
astros origina?
Sigamos
buscando mares,
delfines,
ostras, anguilas,
ballenas,
langostas, túnidos
y otras
perlas peregrinas.
El Señor
Dios de los cielos
y las
tierras nos conmina
a no parar
tras las huellas
de su
implantación divina.
Doy fin al
romance augusto
mas mis
ansias no terminan.
Ícaros somos
y en vuelo
vamos todos
día a día
hasta
alcanzar el misterio
del origen
de la vida.
Vida, vida,
y que nos quede
el agua como
misiva.
Esta carta
mando a Dios,
sea uno o
sea tríada
resplandeciente
y barbada
por sobre
tan tontas críticas.
Agua en
Marte, ya está escrito,
agua remota
y relimpia.
Que
permanezca hasta el cabo
de este
mundo troglodita.
Porque
aunque sabios nos vemos,
no somos más
que una pizca
del universo
sublime
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