desde
lechones a morir,
a las
plantas del destino
se pusieron
a discutir:
—¿Qué te
parece, hermanito?
¿A qué
vinimos aquí,
a este
puerco mundo inmundo
que no nos
deja vivir?
¡Ay de ti y
ay de mí!
Nadie se consuela solo.
Lo único cierto es
morir.
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