Dios hizo el
primer cacharro.
Pero luego
le insufló
un alma al
barro y salió
andando Adán
tan bizarro.
Eva, la
mujer primera,
la sacó de
una costilla
y hay que
ver qué maravilla
que le aposentó
a la vera
si no fuera
tan cotilla.
Llegó
entonces Lucifer,
el demonio
más brillante,
y se le puso
delante
disfrazado
de otro ser:
una
serpiente reptante.
¿Qué hacer
ante el que echa el guante?
Pues pensar
y ver qué hacer
antes de
entregarse a él.
pero Eva, la
inconstante,
accedió a su
mal querer.
El árbol del
bien y el mal
con la
manzana colgada
fue su fácil
coartada
para el
pecado mortal
con el que
Eva fue marcada.
Y desde
entonces estamos
todos los
hombres perdidos
por más que
cinco sentidos
y el sexto
común tengamos
aunque siempre distraídos.
Pues de
aquella escandalera
que se armó
en el Paraíso
sin la hoja
de la parra (o de la higuera)…
pasó lo
que Dios no quiso:
echarlos a rayos fuera.
Culpa lleva
la mujer,
dígase lo
que se diga.
A mí me
importa una higa
mas no lo
logro entender
aunque a
ello se me obliga.
Pongamos un
suponer:
¿La tierra
un Edén sería
sin existir
la mujer?
No, señores,
pues la hombría
necesita de
su ser.
A mantenerla
segura
debiera de
dedicarse
más que a sí
mismo aplicarse
debajo de la
cintura,
que es cosa
que poco dura.
Termino como
empecé:
Hombre y
mujer están hechos
y lo que
además me sé
es que se
hallan satisfechos.
Dejemos de
divagar,
quedemos
ambos en par:
hombre y mujer,
los dos juntos
como fijos
contrapuntos
en que nos
hemos de aunar.
918470225
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