martes, 1 de octubre de 2019

Loa y elegía de viejos y nuevos oficios y enseres

Campaneros, zapateros,
cordeleros, toneleros,
esparteros, buhoneros,
teloneros y aparceros…
¿dónde están, dónde se fueron?
Y silleros y cesteros
y trilleros, castañeros y romeros
¿qué fue ellos?
¿Dónde se hallan y escondieron?

Artesanos de mi infancia y de la tuya,
compañeros vivideros -¡aleluia!-
¿por qué desaparecieron?
¿Cómo buscarlos
y cómo amarrarlos
a un bloque soguero
de nudos marineros
serpenteros?

Cedaceros, membrilleros,
tintoreros, abarqueros,
cereros y alpargateros
¿qué se hicieron?   
¿Qué se hicieron los veleros,
los navieros, los barqueros?
¿En qué mar los astilleros
sucumbieron?
¿Y qué de los tejedores, tejedoras,
manteleros, manteleras,
tan señores, tan señoras?

Los plateros, los orífices…
allá en sus minas raíces
¿ya murieron?
Pero ¿por qué fenecieron
y por qué el oro y la plata,
el ágata y la esmeralda
o el plomo, el hierro y el cinc
merecieron ese fin?

Del encaje de bolillos
¿qué se hizo?
¿Y qué del punto de cruz
en los pobres pueblecillos
que salían a la luz?

¿Dónde el hacha y el martillo,
la rueca, las tenazas,  los tornillos
y las tuercas a porrillo?

¿Dónde el porrón y la bota,
la colodra y la zocata,
la hoz, el bieldo, la pata
de palo y el azadón?
¿Es que nada hay que hacer hoy?

Sí, ya sé que continúan
en nuestro entorno reciente
muchos de esos recipientes
y artefactos renombrados,
pero no son lo que fueron
ni es el mismo aquel ambiente en que surgieron,
tristemente desterrados.

¡Oh, las manos!
¿Para qué sirven las manos
sino para hacer mil cosas:
adobes, ánforas, rosas
de plexiglás y cal viva?
¿Por qué están a la deriva
sus usos sobrepasados?

Vuelvan los afiladores,
los talladores y amoladores,
los leñadores y esquiladores,
los curtidores y aceradores,
los aguadores y fundidores.
Vuelvan los alabarderos,
los tintoreros, los cedaceros,
los cerrajeros, los cencerreros,
los carpinteros, los cigarreros,
los cerilleros, los buhoneros,
los caleros y los hojalateros,
los tapiceros y los marmoleros,
los sombrereros y los chaperos,
los lampisteros y los luceros,
los pasamaneros y los papeleros,
los alfareros y algodoneros,
los costureros y gancheros,
los peleteros y calcetineros,
los guanteros, paragüeros, guarnicioneros y talabarteros,
espejeros, traperos, colchoneros, cartoneros y linaceros.
los confiteros y carameleros,
los bastoneros y cordeleros y cordoneros,
los barberos y los peluqueros.
Y vuelvan los tejedores, los revisores,
los labradores y los pastores
ovejeros.

Que no falte nadie,
ni serenos ni perailes
ni plumeros ni alguaciles.
La hilandera hile que hile,   
la costurera que cosa,
el cabrero que les guíe
por las montañas rocosas
a sus cabras belicosas,
trepantes y borreguiles.

Ahora surgen informáticos,
diplomáticos asmáticos,
“vintagistas”, prestamistas, instagramistas,
“influencers”, violadores,
matarifes, deshauciadores…
y toda suerte de comerciantes y consumistas
embaucadores.
¡Ah! Y maestros:
maestros de escuela,
maestros torneros,
maestros ebanistas,
maestros especieros,
escaparatistas
y usureros, usureros, usureros…

Siga la Naturaleza
ofreciendo materiales
en gran parte artificiales,
fabricados sin sentido,
multiplicados e iguales
como nunca habían sido.

Pero yo quiero y recuerdo
los modos originales
que en mis tiempos virginales
hacíanme sentir cuerdo
y construía un camión
con diez puntas un tablón,
cuatro ruedas, un formón,
una sierra dentellada
y otros trastos y aparejos
de un montón de trastos viejos
para cualquiera ocasión
de divertirme con ellos
bien fuera festiva o no
porque el festivo era yo.

Las jofainas, palanganas y calderos y botijos…
aparezcan nuevamente
con el agua de la fuente
reposándose en el quicio
de las puertas de la gente.
Y los férreos llamadores
acoplados a las manos
ya no tengan que sonar como antaño,
pues las maderas
nobles, macizas, artísticas…
no se llevan.

Me pongo a llorar, señores,
llorad conmigo añorando
lo que atrás vamos dejando,
fruto de acuosos sudores,
entre penas y dolores…
¿Hasta cuándo, cuándo, cuándo?
¡Adiós, amores!
918470225

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