lunes, 14 de octubre de 2019

La Nobel de Literatura Olga Tokarczuk, alumna mía en Varsovia



El Premio Nobel de Literatura concedido a la escritora polaca Olga Tokarczuk, tan joven ella (57 años), no me ha extrañado nada y me ha alegrado mucho, como alumna mía de lengua española que la considero.

Me ha alegrado mucho porque el premio me ha hecho recordar mi estancia en la Universidad de Varsovia durante el verano de 1978, en el que impartí un Seminario sobre Literatura española moderna y contemporánea en la Facultad de Iberística.

De esa feliz estancia guardo un Diario, no publicado en papel todavía: “Profesor en Warszawa”.

Más que enseñar a los estudiantes y estudiantas, lo que hice fue aprender de todos ellos (2 chicos y 28 chicas), charlando de tú a tú a las orillas del Vístula, entre los abedules.

¡Qué resonantes me salían allí los versos de Lorca: “No salgas paloma al campo, mira que soy cazador…”, recitados y cantados tras empinarme a la boca y la garganta un vino tinto húngaro, el único que allí se bebía además del vodka Viboroda, que trasegaban los albañiles.

Fui enviado por la UAM (Universidad Autónoma de Madrid), que rectoraba el arabista Pedro Montávez, y tan lúdica y profesionalmente cumplí mi cometido que, ahora, la mayoría de los alumnos y alumnas que me escucharon, ocupan cargos de embajadores, cónsules y agregados culturales por toda Iberamérica y me siguen visitando, llamando y escribiendo desde allá donde residan representando a su país.

Benditos ellos más que yo, simple aparcero de palabras rítmicas bellamente expresadas.

¿Y por qué no iba a ser Olga una de mis alumnas? Pienso que sí, pues tuve varias Olgas, pero no recuerdo ni diferencio sus apellidos.

Ella, además de poeta, novelista y ensayista, ha realizado muchas adaptaciones teatrales y ahí coincidimos.

Dicho esto, en el teatro Pinokio de la ciudad de Lodz, se produjo dos años después el estreno mundial de mi “Doña Noche” (Pani Noc), que Malgorzata Pabisiak me había traducido al polaco (Editorial Fundamentos, Madrid), y el gobierno comunista del General Jaruszelski (último Presidente de la Polonia soviética) tuvo la gentileza de invitarme, gastos totales pagados.

Entonces se mantenía la “guerra fría”, y una noche que nos reunimos a cenar, hubimos de alumbrarnos con velas de cera en la casa de la coordinadora del Seminario, para que no nos vieran y delataran los vecinos.

Sí, acabo de tirarme el folio, y a orgullo lo llevaré siempre, porque pocos pasajes de mi vida literaria resultaron tan excitantes como mi presencia en la Ciudad del astrónomo Copérnico. Dos meses que viví en el Campus los considero dos años: los más gloriosos del magisterio para mí.

(Acaso alguno de los nombres propios lo he escrito incorrectamente. Perdón.)


a.sotopa@hotmail.com
918470225

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