En un pulcro volumen de casi doscientas páginas, con ilustraciones a todo color, se recogen las vivencias y recuerdos de los vecinos de Laguna de Contreras, lo cual es como si la puebla de raigambre obispal segoviana se escribiera a sí misma, fuera su propio cronista y periodista y se retratara a la vez, con sus casas, huertos, corrales, praderas, eras, oficios y sacrificios. Todo en uno. Y ya va por su cuarta edición, lo que significa que está bien distribuido y muy mucho comprado. Enhorabuena a José Ángel González Linares, alma mater de este libro recién presentado en el Centro Segoviano de Madrid, con Antonio Horcajo, Felipe Gallego y yo mismo como teloneros.
Los
escritores populares dejan la impronta de sus nombres en él, recios, mayúsculos,
inusuales en los niños de hoy, y la dejan porque fueron rebuscados por sus
padres y madres en el gran libro de los nombres propios, el Santa Santorum de
la Madre Iglesia. Véanse, pronúnciense y óiganse: Pantaleona, Restituto,
Eliseo, Crisógono, Teódulo, Celso, Cesáreo, Fermina, Serendipio, Engelberto,
Urbano, Constancio, Aurelia, Liborio, Cipriano, Frutos, Flores, Eusebio,
Natividad…, vecinos y coautores de los avatares laguneros.
El precioso
libro —ya lo dije— ha sido ideado, sugerido y diseñado por un ilustre hijo del
pueblo, el maestro y escritor José Ángel González Linares, que transpira
bondad, sencillez, humildad, amor y generosidad.
En él
aparecen los días invernales de la matanza del cerdo, los de los juegos de las
tangas y los chitos, las vendimias, las celebraciones religiosas, los toques de
campanas, las eras con sus parvas de trigo, cebada y otros cereales, las viejas
escuelas con sus modos tradicionales de enseñanza oral y escrita ya sobrepasada,
las inundaciones del Duratón fuera de cauce, los cantos del Nuevo Mester que
allí cantó y hasta la visita relámpago de Miguel Delibes mientras escribía
“Aventuras y desventuras de un cazador a rabo” o la visita del obispo de
Segovia y la llegada —recibido a caballo— del gobernador civil de la provincia
en losaños de la dictadura franquista. Y también se acercó el autor de “Judíos,
moros y cristianos”, don Camilo José Cela, que allí mismo, a la vera del río,
se puso a afilar su navaja cabritera, antes de entrar en las Villas de Fuentidueña y Fuentepiñel.
¡Fijaros qué
nombres, derivados de fuente (o sea, agua, agua, agua), como Fuentepelayo,
Fuentesoto o Fuenterrebollo también (cercanos) y como Laguna de Contreras, más
agua todavía!
Pues si los
detalles susodichos no fueran suficientes para adquirir y guardar el libro como
oro en paño, añadiré que cuenta con un orinal de los de antaño dibujado por el
gran Forges, y colaboraciones espontáneas de María Ángeles Cantalapiedra, (“La
castañera”), Eduardo Juárez, cronista de La granja de san ildefonso; Jorge
urdialesyuste, biografo y analista de delibes; juan Cuéllar, cronista de la
comunidad de villa y tierra de fuentidueña y el antólogo del poeta y periodista
cantalejanojosérodao, don Carlos álvaro, entre otros, como este pobrecito
hablador que les entretiene. ¿Hay quién dé más por tan poco como cuesta?
Ahora os recito y declamo el poema que le compuse a sus eras una
noche de agosto de luna llena, hace ahora tres años, junto al puente que le cobija
y le permite irse al mar al duratón. y empiezo.
918470225
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