jueves, 24 de enero de 2019

Romanzada del viento

El mejor barredor
sin duda es el viento
que de aquí para allá
cámbiase de asiento,
siempre enfurruñado,
siempre descontento,
nunca recogido,
nunca somnoliento.

Barre hojas caídas,
troncha árboles yertos,
bate mares hondos,
destruye conciertos,
solivianta hierbas,
descubre a los muertos,
empalma las palmas
y tuerce los huertos.

Porta nubes bajas
a darse un meneo,
cubre las montañas
con su pendoleo,
vuela que te vuela
se va de paseo,
no he visto a otro tío
más brusco y más feo.

Tantos nombres usa,
que solo te cuento
algunos notables
por su movimiento:
Eolo, Mistral,
Levante violento,
Céfiro apausado,
Simún polvoriento…
Ni  dos mil palabras
calcaran su acento
en este país
y en este momento..

Es batallador,
no es lírico, es épico
y beligerante
o de perfil bélico,
diabólico, astuto,
terral y maléfico…,
todo lo contrario
de un ser arcangélico.

Revuelto y airado,
no aparenta miedo,
pero cuando alguien
se le enfrenta quedo,
se acoquina y cede
y ya su denuedo
no es el que antes era
“Yotodolopuedo”.

Niño caprichoso,
y hombrón pendenciero,
nos tiende sus alas
pero alas de acero;
que no me convence,
que no, no le quiero
ni como ayudante
del buen barrendero.

(Este poemazo
cambió igual que el viento:
fue de estrofa a estrofa
y bien que lo siento,
pero está trenzado
con su mismo aliento.
Adiós…, que termino.
Adiós, que me siento
colmado de gracia,
humor y contento).


918470225

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