¿Qué tendrán de común y positivo la salud, los médicos y los buenos sueños? Pues todo, claro, y me voy a entretener en constatarlo. El caso es que ayer tuve cita con mi galeno de cabecera y salí más contento que unas Pascuas.
Por cierto, las Pascuas de Navidad y Reyes ya se están acercando con sus regalos a la baja por el Black Friday, de modo que me esperan estupendas sorpresas. La mujer y los hijos se han portado siempre muy caballerosos conmigo por estas fechas y eso es de agradecer.
Ir al médico no
se va por gusto sino por necesidad apremiante. Así que cumplí con la obligación
de someterme a un chequeo general. ¡Bravo! “Está usted como un bebé en niveles
de azúcar, sal y colesterol, y sano en sangre, pulmones, próstata, hígado y
demás vísceras vitales. Tensión: 13-8. ¡Magnífico!”.
No me lo podía
creer. ¡Pero si acabo de cumplir 76 castañas!, le solté al doctor Nieto. “Nada,
nada; está usted como una rosa de Alejandría”. –De Guadalix de la Sierra dirá,
doctor. –Digo lo que digo, Apuleyo. -Pues muchas gracias, señor.
Sereno, entonado,
seguro de mí mismo… cogí la puerta de la calle, descorrí el cerrojo, respiré
fuerte el aire libre y eché una calada a la pipa, recordando “La pipa de kif”,
de Valle-Inclán.
Buenos días,
buenos días… iba deseando yo a todos los viandantes con los que me topaba y
codeaba en las aceras, fueran conocidos o no. Vamos, que exultaba de alegría.
La gente debía de
pensar: este tío está loco, pero no estaba loco sino más cuerdo que una cuerda
de esparto bien tensada. De película, oyes. De “Oh, land, land”, de “Mamma
mía”, de “Les parapluies de Cherbourg”, de “My Fair Lady”, de “Ana de las
Tejas Verdes”, de “West Side Story”, de “Mickey Mouse”… Yo qué sé. “La vida es
bella”, me repetía por dentro, por los entresijos del alma, con el ánimo
exaltado.
Me puse al
volante del coche y arranqué el Renault Scenic, caminito de Guadalix, mi Belén
residencial por el que corre un río de alisos en el que beben los pájaros de
cuando en cuando y no solo en Navidad.
Durante el día
leí la prensa en el Hogar de los Mayores, tomé notas para un próximo libro
biográfico, compuse un poema satírico sobre la España descarriada de ahora, al
estilo fecundo y facundo de Ussía y retorné al despacho para enfrentarme al ordenador,
que tantas oportunidades y facilidades me ofrece con Google y la Wikipedia.
A la noche, los
sueños más placenteros me invadieron en la cama, con bailes maravillosos y mágicos de ninfas y
elfos, hadas y payasos, muñecas y meninas, que se desarrollaban prodigiosamente
entre las sábanas… Había leído antes a Garcilaso y Tolkien y había analizado
los cuadros de Murillo y Velázquez, y, claro, las creaciones de la imaginación
reaparecían y revoloteaban por las cuatro paredes del dormitorio, invitándome a
formar parte de su fiesta de colores y sonidos. Resultó deleitosísimo y no lo
podré olvidar.
Por eso, acaso, a
los médicos se les asimila con los brujos, los hechiceros y nigromantes. Son
sin duda los sabios de la tribu y los curanderos de los imperios antiguos y
modernos, desde Egipto y Grecia hasta hoy, sin desairar a las civilizaciones y
mitologías orientales. Son a la vez sacerdotes, pues curan también el alma, ese
misterioso espíritu que sostiene los cuerpos más y mejor que los huesos. Y más pronto.
Ahora hacen
huelgas de batas blancas y verdes en Cataluña y Andalucía, y no carecen de
razones: falta de personal, bajos sueldos, escasa consideración social y
politización de su trabajo. Hay que apoyarles porque en ellos nos va la vida.
Cuando eres joven
—Oh juventud, divino tesoro!— pasas de revisiones y chequeos, pero cuando se
acerca La Parca con su guadaña te tientas la ropa, la piel, el corazón y los
testículos.
Llevaba yo demasiados años
descuidando la salud. Nunca más. Y menos ahora que el lobo de la noche final
asoma las orejas. Haced vosotros igual, sobre todo si peináis canas o ni
siquiera eso.
918470225
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