y en todito
el mundo al tiento,
muros,
trenes, puertos, puentes…
abordan los
grafiteros
con
mamarrachadas dignas
de
churumbeles de pecho.
Ponen sus
manos manchadas
por donde
pasea el pueblo
y se sacan
de la manga
los colores
de deshecho
y los
plasman en la calle
a unos y
otros ofendiendo,
pues lo que
hacen no es ni arte
ni siquiera
su remedo.
Los ojos que
no los vean
es que se
han quedado ciegos
de soportar
tanta inquina,
tanto rencor
y estraperlo.
¡Qué tontos
de capirote,
qué berzotas
son, qué legos,
qué hijos de
su p. madre
si es que
hay madre de estos fetos!
¡Cuántos
esfuerzos derrochan,
nos cuestan
a los pasmados
y
apresurados viajeros!
Por favor,
¡Señor!, ¡Señor!,
por favor,
miembros del Cuerpo
policial y
protector,
detenedlos,
detenedlos,
que están
ensuciando el alma
de la ciudad
y los pueblos
con sus
muñecos diabólicos
en la palma
de los dedos.
No queremos
artistoides.
No queremos
pintureros.
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