Aunque todos se arrejunten
¡qué solos quedan los muertos
en silencio hasta los huesos
y sin que Dios les alumbre!
Aunque nadie me pregunte
respondo que iré yo a verlos:
me encantan los cementerios
por la tierra que les cubre.
Aquellos poetas lúgubres
del romanticismo tierno
me enseñaron a quererlos
y a tal querencia me atuve.
Hasta hoy, pasado octubre,
cuando noviembre es un cielo
de turbias nubes relleno
y ya no hay días azules.
Dispara, Larra, arcabuces
de artículos bien compuestos
sobre los defectos ciertos
de este pueblo de ataúdes.
Y descórranse las nubes,
cortinas al encubierto
de los vivos y los muertos,
ambos con malas costumbres.
¡Santos difuntos querubes,
esperadnos, que un vuelo
nos hallaremos dispuestos
para la última Tule.
Y allá donde esté esa ínsule,
recibidnos bien los muertos,
que el óbolo pagaremos
sin ninguna pesadumbre.
a.sotopa@hotmail.com
91 8470225
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