Me enseñan
más que nadie los antiguos.
Me arrullan
tiernas nanas y canciones de amigo.
Como puto me
expongo de la puerta en el quicio.
Y se pasa la
vida contemplándome
y me pasan
los hombres y mujeres suplicándome
y a ninguno
me doy porque es bastante
estar solo y
callado en el amante instante.
Ya sé que no
entendéis este poema enrevesado
ni falta que
os hace aunque sonante esté rimado
en
consonante y asonante lado a lado
como la
amante y el amado enamorados.
Me lancé de
este mundo a ya no sé cual otro,
todo él para
mis hijos, todo él para vosotros;
olvidadme os
lo pido; prefiero dormir solo;
dejadme descansar
con mi Dios, el Todopoderoso.
Ya
sobreviviré. Por eso no más clamo
ni al cielo
ni a la tierra. Adiós, hermanos.
Mis libros
son mi senda. Mis libros son mi rastro.
Leedme y
recordadme pluma en mano.
Apuleyo Asno
de Oro, Apuleyo bestial,
Apuleyo
canoro, Apuleyo (también) sacerdotal.
Apuleyo en
Madaura y en la Grecia filosofal.
Apuleyo
principio de la A alfabetal.
Al corriente
de todo he estado siempre
pero no me
ha llevado la corriente
de la moda
casual inconsistente
que se va y
vuelve a mantenerse.
Ahora ya en
Zoquejo también soy el final
de la Z que
Fátima publica en digital.
Todo es
nada, lectores; la vida pasa igual
encima de
nosotros hasta el golpe mortal.
Estación
Términi a la vista,
los andenes
del tren en la pupila,
rilan que
rilan la tristeza y la alegría.
918470225
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