Tan afanosas como negras en verano
caminan las hormigas mano a mano
saludándose al paso con un grano
de oro hacia el granero más cercano.
Párome a verlas junto al río verde
que entre los árboles se pierde
en tanto brilla el sol y con su fiebre
sus patas cortas y su espalda muerde.
¿No tendrán sed? ¿No será en vano
su esfuerzo fatigoso y sobrehumano?
No, porque el paseo es sano,
dice el galeno veterano.
Cuando cae la noche se guarecen
en el hogar y se adormecen
y sueñan pues de nada ya carecen
para el invierno, que las estremece.
Mañana volverán a levantarse muy temprano
y el tesoro liviano
se echarán al hocico y, piano, piano,
le enseñarán a trabajar al bicho humano.
Haced como ellas, madrugad,
tened la casa en paz,
la conciencia limpiad,
poned amor en la labor audaz.
918470225
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