picando bajo
un moral
las moras
que le caían
en las alas
sin volar,
cuando un
viento traidorzuelo
se las
cambió de lugar
y las llevó
a no se sabe
qué
distancia del moral.
El caso es que
el gorrioncillo
se tuvo que
contentar
con solo las
moras verdes
que le
supieron muy mal.
Y entonces
el pobrecillo
no hacía más
que piar:
“a mí que me
las den todas
aunque sean
en agraz”,
para
contentarse al fin
con tal de
tragar, tragar
lo que se
pusiera a punto
de su
apetito voraz.
Lo mismo
daba que fuera
dulce que
amargo y letal,
rojo que
verdoso oliva
o gualda por
un casual.
Así que
murió tan pancho
de hinchar
su hambre puntual,
lo mismo que
les ocurre
a tanta
gente demás.
Aprende del
gorrioncillo
Y no te
dejes liar.
Por la boca
muere el pez,
por el pico
muchos más
y no lo
quieren saber,
tal es su
necesidad
de comer y
de correr,
de nadar y
de volar.
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